Jalisco

Chin chin el que cene en casa

La mejor inversión que se puede hacer en este momento desde el Estado es sacar a la gente a la calle

La buena: de acuerdo con la versión oficial, y hasta lo que se sabe, la balacera y el granadazo en un antro la madrugada del sábado no fue una acción de un grupo de narcotraficantes con fines de desestabilización o lucha por la plaza. La mala: de acuerdo con la misma versión oficial, hoy una riña de cantina puede terminar con seis muertos y 35 heridos porque la capacidad de fuego y la bestialidad no tienen límites.

Al menos dos de los seis muertos tenían antecedentes penales, curiosamente ambos extranjeros. No está claro (o más bien la Policía no lo ha revelado) si ellos eran el blanco de la agresión o fueron víctimas inocentes. Si tenían antecedentes, la pregunta no es siquiera por qué estaban libres sino qué hacían en el país. Gobernación es rapidísimo para rasgarse las vestiduras y expulsar a curas y artistas que hacen declaraciones incómodas, pero es incapaz de sacar del país a los que han delinquido. El colombiano Jairo Gómez Romero había sido detenido hace menos de seis años con, ojo, 179 tarjetas clonadas y ya andaba en la calle como si nada. Si no iban por ellos, sino que este par de fichas fueron víctimas inocentes, tampoco son buenas noticias: si de seis muertos por azar dos tienen antecedentes penales, dónde estamos parados.

Un ataque de este estilo, con esa cantidad de víctimas inocentes, no tiene precedente en la ciudad. Pero lo peor que podemos hacer es encerrarnos y abandonar el espacio público. El miedo ahí está y, sin negarlo, hay que superarlo. La mejor inversión que se puede hacer en este momento desde el Estado es sacar a la gente a la calle. Conciertos, juegos, hasta la tan pitorreada pista de hielo, son excelentes ejemplos de lo que se debe hacer en momentos en que la ciudad está siendo amenazada y aterrorizada por la delincuencia. Aunque les pese a los regidores panistas de Guadalajara (que ya no sé si no entienden nada o si decidieron combatir lo que ellos consideren demagogia con más y peor demagogia), no hay en este momento mejor gasto público que aquel que ayude a mitigar la desigualdad (programas sociales, apoyo a micro empresas, subsidio a estudiantes, subsidio a viejitos) y el que propicie la apropiación de la ciudad (bibliotecas, ludotecas, parques, conciertos y actividades culturales).

Hay que combatir a la delincuencia (toda, no sólo al narco) y la impunidad. Pero paralelamente hay que combatir el miedo. Ojalá podamos encontrar la manera de que, entre las diferentes dependencias de Cultura del Gobierno, los ayuntamientos y la Universidad, no dejemos fin de semana sin concierto callejero —por lo menos de aquí a los Juegos Panamericanos—.

El mejor regalo que le podemos dar a la ciudad hoy es no dejarla sola. Si usted es de los que, como yo, piensa que el Día del Amor es la cosa más cursi, insoportable y sangrona del mundo, no importa. Salgamos hoy a festejar a la ciudad aunque sea por unos tacos, un pozole o un pato al´organge (Fanta con gansito) en la banqueta.
Tomemos la calle. Chin chin el que cene en casa.
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