Jalisco
Bienaventuranzas deudoras
La lógica de la deuda, tanto la del Gobierno del Estado, como la que contrajo el Ayuntamiento de Guadalajara, es política
Las deudas no son buenas o malas en sí mismas. La deuda no es otra cosa que un mecanismo para adelantar una solución o un satisfactor, traer a presente flujos estimados para acelerar el futuro, y eso tiene, por supuesto, un beneficio y un costo. Todos los países, estados, gobiernos, empresas y personas contratan deuda. Si una persona se endeuda para estudiar, ésa es, sin duda, una deuda inteligente, pues, al menos en principio, los estudios le darán mayor capacidad de generación de ingresos y, por lo tanto, podrá pagar su propia deuda. En cambio, endeudarse para ir de vacaciones suele ser una mala decisión, porque el viaje nunca generará recursos para pagar, ahí la decisión es simplemente comprometer el ahorro futuro, normalmente incierto, para un gasto presente. En los gobiernos pasa algo similar: endeudarse para crear infraestructura productiva no tiene problema; endeudarse porque la estructura de gasto corriente es tan alta que no permite la inversión pública, lo único que está logrando es comprometer los recursos futuros.
La forma en que está estructurada la deuda solicitada por el Gobierno del Estado parece no tener ninguna lógica financiera. Primero se estableció el monto y luego se decidió cómo repartirlo, cuánto le toca a cada quién. El catálogo de obras no tienen una lógica de desarrollo específica ni una visión de retorno, sino simplemente un montón de necesidades, vamos a suponer que todas válidas, que se requiere resolver.
En realidad la lógica de la deuda, tanto la del Gobierno del Estado, como la que contrajo el Ayuntamiento de Guadalajara, es política. Dejando de lado el tema del posible manoseo de los recursos y efectos secundarios de la obra pública (los constructores suelen ser los más agradecidos donadores a las campañas), hacer obra se ha convertido en el principal activo político de un gobierno. Los gobiernos presumen sólo lo que tiene cemento y grava, jamás las ideas, la gestión o la construcción de futuro.
Sin duda, el problema es de ida y vuelta: los gobiernos no saben hacer otra cosa y los electores no sabemos valorar nada que no sean calles, puentes y avenidas. El tema pues no es la deuda, sino el para qué de la deuda. Lo peor es que con lógica política, es decir, repartiendo para todos, municipios de PAN, PRI, PRD y la UdeG, la terminarán aprobando.
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