Jalisco

—“Austeridad”

Los diputados resolvieron hacer recortes a los costos que representa esa monstruosa e ineficiente maquinaria burocrática conocida como Congreso del Estado

El ciudadano de a pie, en sus orígenes, no era malpensado. Era cándido. Creía, como decía la opereta, que “los valses venían de Viena, y los niños de París”. Creía en las promesas e incluso —nótese cuán ingenuo era— en las promesas de esos irresistibles vendedores de saliva endulzada que son los profesionales de la política.
No era malpensado, subrayémoslo: ¡las malditas circunstancias lo hicieron así..!

—II—

Ahora mismo, por ejemplo, a la vista de que, merced a un programa de austeridad, aprobado por 33 votos a favor, de 40 posibles (es mera coincidencia que el número, como está debidamente consignado en “Las Mil y Una Noches”, corresponda al de los ladrones de la cueva de Alí Babá), y una abstención, los diputados locales resolvieron hacer recortes sustanciales a los costos que representa la operación de esa monstruosa e ineficiente maquinaria burocrática conocida como Congreso del Estado.
Se demoraron en tomar la decisión. De hecho, desde hace un año había surgido la propuesta. (Ésta, amén de las medidas de ahorro aprobadas finalmente, incluía otra, como para tentar a Jesús en el desierto: reducir los salarios de nuestros abnegados “representantes populares”).
Como quiera, algo se logró: desaparecer, de un plumazo, 250 plazas y seis “órganos técnicos” —refugio de recomendados, obviamente—, y vender casi todos los vehículos asignados al pomposamente denominado Poder Legislativo. Con eso, se estima, se ahorrarán 163 millones de pesos.

—III—

Lo que el ciudadano de a pie se permite poner en tela de duda, es si esos 163 millones se traducirán en algún beneficio tangible para el peladaje. Lo que el ciudadano de a pie se pregunta es de qué sirve ahorrar 163 millones de pesos en la operación del Poder Legislativo, si el Ejecutivo —que, al final de cuentas, todas las correas salen del mismo cuero— se gasta 85, por poner un caso, en cacarear, a nivel nacional y sin más beneficio que su promoción personal, el huevo huero del Cuarto Informe de Gobierno...
Lo que el ciudadano de a pie se plantea es por qué, si de ahorrar se trata, no se aplica al Congreso el desenlace del viejo cuento del generalísimo Franco, a quien le daba —según el chascarrillo— por lanzar monedas por la ventana del avión, para hacer felices a los españoles que tuvieran la suerte de recogerlas.
—Mi general —le aconsejó alguien—, arrójese usted por la ventana, y hará feliz a toda España.

JAIME GARCÍA ELÍAS / Periodista y conductor radiofónico.
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