Jalisco
—¿Así, o más claro...?
Todo lo relacionado con el sexo fuera del matrimonio, es, para la Iglesia, materia grave de pecado
—II—
Esas cosas pueden decirlas, en casos muy puntuales (nunca a manera de generalizaciones), apelando a su propio criterio, a su sentido de responsabilidad social y a su autoridad moral sobre las ovejas de su rebaño —por usar el símil clásico—, algunos sacerdotes. El Papa, en cambio, no. A él lo condena su propio rango... Así, cuando trascendió que en un libro próximo a circular, Benedicto XVI dijo textualmente que “en ciertos casos, el uso del preservativo puede ser un primer paso hacia la responsabilidad en la lucha contra el sida”, surgieron, de inmediato, las interpretaciones. Algunas matizaron: al decir “en ciertos casos”, el Papa aludía a las relaciones de hombres con prostitutas. Otras, ni eso... “El Papa —creyeron entender— ya autorizó el uso del preservativo”.
Cualquiera se imagina la conmoción que tanto la frase del Papa como las glosas que se le dedicaron, causaron en los laberínticos pasadizos del Vaticano. Si la Iglesia sostiene a rajatabla la doctrina de que la abstinencia sexual y la fidelidad entre las parejas casadas constituyen la única fórmula moralmente aceptable contra el sida, resultaba imperativo poner los puntos sobre las respectivas íes, antes de que las fábricas de preservativos se apresuraran a publicitar los célebres adminículos con fotografías de Su Santidad, muy orondo, y frases como ésta: “El Papa los recomienda”...
—III—
De ahí que, sin ánimo de contradecir al menos contradecible de los mortales, el vocero del Vaticano, Federico Lombardi, parafraseando a Rubén Aguilar —el celebérrimo vocero de Vicente Fox—, se apresurara a “aclarar” que “lo que el Papa quiso decir no fue que la Iglesia considere que el uso del preservativo sea una solución real o moral...”.
(O sea: “No porque te digo digo, te digo digo..., sino aunque te digo digo, te digo Diego”).
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