Jalisco

Allá en la fuente

La astucia valió más que la gama de insultos; al final, la persecución se alargó por espacio de 15 minutos...

A propósito del templo de Santa Mónica, que se ha puesto en boga dada su condición estructural, por su inmenso valor histórico y estético para los ciudadanos y más…

Estaba su servidor camino a la oficina —ubicada a unas cuantas calles del afamado espacio religioso— por esta ruta habitual del recorrido matutino, que solía ser tranquila y me permitía llegar a la oficina en un lapso de siete minutos desde la Avenida Chapultepec al Centro, haciendo escala en el café para recoger el espresso del día y continuar.

Todo transcurría con entera normalidad mientras a bordo del auto repasaba las noticias más interesantes que publica el periódico, cuando de repente el tránsito dejó de ser fluido justo una cuadra antes de llegar al templo de Santa Mónica.

Me lo tomé con calma, no podía hacer nada. La luz del semáforo es amarilla y prefiero ceder el paso a otros vehículos antes que tapar la calle y originar un caos vial mayor, eso es espantoso.

En esas estaba cuando un sujeto al volante de una Voyager morada que intentó dar vuelta a la derecha por la calle de Reforma y, casi, casi me choca, me sacó del letargo hipnótico en que me hallaba. Evidentemente, ese acto de gandallismo debía ser detenido y le negué el paso.

Automáticamente me hice acreedor a una serie de insultos a señas que pude ignorar gracias a mi lectura noticiosa. Total, el sujeto de la camioneta tenía que parar sus groserías, pero no fue así...

Acto seguido comenzó a “echarme” su vehículo encima intentando cerrarse y meterse a la fuerza para provocar mi ira, pero la astucia valió más que la nueva gama de insultos que de la boca de ese individuo emanaban; al final, la persecución en color morado se alargó por espacio de 15 minutos.

Moraleja: si van a tomar la calle de Reforma no olvide que hay mucho tráfico, gandallas y minibuseros que no respetan nada ni a nadie.
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