Jalisco
Allá en La Fuente
¡Otra manifestación! ¡Hijos de..! El hombre, dentro de su carro, renegaba muy sonoramente...
El hombre, dentro de su carro, renegaba muy sonoramente. El idioma de Cervantes alcanzaba en sus vociferaciones tintes tan castizos, mezclados con maternales mexicanismos, que bien hubiera podido avergonzarse alguno de los cargadores de mercancía del Mercado Corona.
Su esposa le reclamaba: “Pero hombre, ya no digas tantas groserías... ¡te las vas a acabar!”.
Y el repeló, como bien dicen quienes gustan de los axiomas del Derecho, sobre todo cuando su aplicación es benéfica para sus causas particulares: “¡Estoy adentro de mi carro y aquí es mi propiedad privada!”.
En la avenida Hidalgo, justo frente al Palacio Legislativo, un grupo de no más de 200 ancianos, todos del movimiento de ex braceros, habían bloqueado el tráfico. En menos de una hora, desde ese pequeño punto de no más de 50 metros cuadrados, donde estaban los manifestantes, se generó un caos vial que alcanzaba hasta la avenida Federalismo. Los agentes viales cerraron calles. Camiones y midibuses hacían lucir aún más angostas las calles laterales, desde Independencia hasta Garibaldi... las mentadas, gritos y bocinazos alcanzaron grado de sinfonía mundana.
Impasibles, ancianos y ancianas mantuvieron sus pancartas y demandas frente al Congreso... ningún diputado salió a atenderlos, seguro porque eran tan pocos los que estaban dentro, que ni cuenta se dieron del plantón.
El hombre de nuestra historia, ajeno a los pesares de los manifestantes, reincidía: ¡Ah, pero jijos de su mala suerte! ¡¿Ora qué estarán pidiendo?! ¡Mejor que se pongan a trabajar!
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