Jalisco
Al traste con los trastes
Según yo
Los peroles en cuestión eran bastante seductores y por sí mismos hablaban con tan profusa elocuencia, que salían sobrando las ponderaciones de la esforzada promotora, empeñada en endilgármelos al son de que eran fabricados en Italia, y que con ellos, nunca más tendría que envidiar a los italianos y su celebrada prosapia culinaria. Podría yo sentir algunas leves diferencias respecto a sus artísticos y apetitosos condumios, pero nunca me percibiría en desventaja por no poder cocinar en recipientes como los que utilizan los cocineros de la itálica península.
¡Mamma mía!, proferí mentalmente, mientras me visualizaba como una de esas frondosas y rebosantes matronas sicilianas que aparecen en las películas, preparando canelones, fetuccinis, lasañas y espaguetis con mucho arte y poco esfuerzo, para agradar a mi numerosa prole y a los parientes mafiosos que llegarían de visita a casa. Creí enloquecer de gastronómica emoción cuando la empeñosa demostradora me enteró que no sólo se trataba de adquirir unos portentosos receptáculos únicos en su género y en el mercado nacional, sino que para adjudicármelos me bastaría con cubrir un precio muy por debajo de lo razonable y, además, bajo un ventajosísimo programa de abonos fáciles que, me aseguró, me volverían imperceptible el sangrado económico. Todo era cuestión de armarme de paciencia y aguardar el turno de adjudicación que la suerte me depararía, tras una rifa entre doce participantes igualmente ávidas de apropiarse aquellos revolucionarios trastos para el fogón moderno.
Luego de cinco minutos de sesudo análisis prospectivo, la vendedora y yo hicimos trato y, con idéntico entusiasmo, procedimos al llenado del formulario correspondiente. Nunca creí que la suerte me favorecería al punto de convertirme en la primera receptora de las cazuelas de mis sueños, ni la susodicha pensó que conmigo encabezaría una tanda a la que sólo faltaba agregar otras once encandiladas, que ni enteradas estaban todavía de que una obstinada comerciante les visitaría próximamente en su hogar, para convencerlas de comprar tan portentosas cacerolas.
Como la paciencia no figura entre mis exiguas cualidades, ni mis dineros con idénticas condiciones andan en busca de opciones en qué dilapidarse, súbitamente resolví que, maravillosas y todo, lo que menos me urge en estos tiempos es hacerme de cazuelas nuevas, sobre todo cuando le anda uno batallando para comprar lo que debiera cocinarse en ellas. De modo que las enjundias de la vendedora y su potencial compradora se desinflaron al unísono y decidieron posponer la transacción para cuando soplen mejores vientos, o un chiflón de suerte nos enmiende la plana.
patyblue100@yahoo.com
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