Jalisco

Adiós a las palomitas

Para cualquier observador externo, la cantidad de tinta y lágrimas derramadas por el Cine del Bosque puede parecer una verdadera exageración

Hay momentos que marcan una ciudad. Algunos son momentos que definen el futuro y la Historia con mayúscula. Otros son esos pequeños cambios, casi imperceptibles, pero que con sus historias, así con minúscula, van labrando el rostro de una comunidad.

El cierre del Cine del Bosque es una de estas pequeñas historias, pues no se trata del cierre de un cine más (antes cerraron decenas) sino del cierre de una época. Vimos caer uno a uno a los tres cinematógrafos: el 1, que antes fue el Versalles en Vallarta; el 2, que antes fue el AM PM en Avenida México y Américas; el 3, en Plaza Universidad, sobre Avenida Patria. Vimos transformarse al Greta Garbo en sala porno y desaparecer a los Lumiere de Avenida La Paz. El viernes cayó el último de los mohicanos.

Para cualquier observador externo, la cantidad de tinta y lágrimas derramadas por el Cine del Bosque puede parecer una verdadera exageración. Lo que el viento de la modernidad se llevó no es otra cosa que un modelo arcaico de proyección de cine; un negocio incosteable por no tener economía de escala y un par de salas incómodas y mal hechas (recién dividieron la sala para hacer dos pequeñas de una grande, no movieron las butacas y la alineación apuntaba a una de las orillas de la pantalla, por lo que uno tenía dos opciones: o terminabas con tortícolis, o te sentabas como señorita en sesión fotográfica de Orea, con las piernas juntas y el torso girado 45 grados).

¿Qué perdimos entonces con el cierre del Cine del Bosque? Primero que nada, una programación alternativa. Había películas que sólo se proyectaban en esas salas. Ahí se exhibían los filmes que no pasaban por el circuito de las grandes cadenas y que en adelante sólo llegarán a la ciudad en piratería.

Era una forma distinta de ver y gozar el cine: no sólo se conocía por nombre a la señora de la dulcería y al taquillero, sino que las palomitas eran de las de antes, los sándwiches hechos en casa y para las papitas había limón y chile, como gusta a los tapatíos. Era un comunidad cultural en el más amplio sentido de la palabra.

La lógica de mercado tiene enormes virtudes y terribles defectos. Uno de ellos es la estandarización de la oferta, lo que estrangula a la diversidad y por lo tanto, a la cultura. Hoy, en los cines como en los supermercados, tenemos mejor calidad de menos productos: mucho de lo mismo. Las salas alternativas que quedan en la ciudad son justamente las que no están en la lógica de mercado, es decir, las que tienen subsidio (la Sala Guillermo del Toro en el Cabañas y el Cineforo de la Universidad de Guadalajara).

Con la muerte del Cine del Bosque perdemos todos, incluso los que nunca iban. Fue el fin a una pequeña gran historia. Adiós a la palomitas; las mató el popcorn.
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