Jalisco
Adiós a la fiscalización
Lo que ya perdimos los jaliscienses es la posibilidad de una fiscalización confiable
Suponiendo sin conceder, como dicen los abogados huizacheros, que Godoy Pelayo tuviera un arranque de vergüenza y renunciara hoy, lo cual es, por supuesto, una quimera, el proceso para elegir un nuevo auditor superior sería tortuoso, pues se requieren dos terceras partes de los votos del Congreso para ello. Son 26 diputados, pero evidentemente no tendrían que ponerse de acuerdo los 26, basta con que los cuatro dueños, que no son diputados, se pongan de acuerdo, pero con sólo mencionar los nombres entenderá usted por qué no está nada fácil: Emilio González Márquez, Raúl Padilla López, Alfredo Barba y Francisco Ramírez Acuña (esto, claro, suponiendo que la fracción paquista se comporte como una unidad y no salgan los niños de Paco con que ya crecieron y quieren independencia, como sucedió en la elección interna del PAN). Los políticos pueden ponerse de acuerdo, de eso no hay duda, pero en vísperas de un año electoral los acuerdos son mucho más complejos. No es momento para ninguno de ellos para arriesgar una decisión de este tipo. Así las cosas, la posibilidad de que se quedara vacante la auditoría hasta el próximo sexenio es alta.
Para que se quede, el auditor necesita el apoyo de estos cuatro personajes, y ninguno de ellos lo va a hacer por bonachón. Cuando llegó el auditor tuvo que meter, como todos los designados por el Congreso, gente de todos los grupos. Salvo, quizá, Alfredo Barba, los otros tres grupos tienen gente en la Auditoría. Además, requerirá una piel de elefante para que no le importe que empresarios, académicos, un sector de la clase política, pidan su renuncia, que lo vean como un indeseable en el puesto en que está (eso, por lo visto, no es problema: la tiene).
Los escenarios no son pues halagüeños ni sencillos. Si el auditor se queda olvidemos de una fiscalización seria y confiable. Tendremos un auditor rehén de los poderes fácticos y obediente. En cierto sentido ya lo era, pero ahora lo será de manera burda y descarada. Si el auditor se va será muy difícil que se logre consenso en torno a uno nuevo, por lo que la Auditoría vivirá un periodo bastante largo operado por los segundos, todos ellos nombrados por los mismo poderes fácticos, pero sin fuerza ni estabilidad. Adiós a la fiscalización.
Se vaya o no el auditor, lo que ya perdimos los jaliscienses es la posibilidad de una fiscalización confiable.
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