Jalisco

¿A qué le teme Peña Nieto?

Cualquiera diría que Peña Nieto le teme a los fantasmas, pues no se ve por ningún lado una candidatura ciudadana realmente fuerte y menos que pueda desplazarlo

Peña Nieto no la quiso y sus seguidores en la Cámara de Diputados la atoraron. La reforma política que parecía, finalmente, reconocer derechos ciudadanos que se han venido buscando desde hace 10 años se quedó en la congeladora de San Lázaro, que a estas alturas debe ser como congelador de hospital, pues hay más iniciativas en el refri que en juego. ¿A qué le teme Peña Nieto? A cualquier cosa que en este momento mueva el escenario:
quiere congelar la foto por dos años más, lo cual es imposible, complicado e insano, pero así es. En esa búsqueda de que todo se quede como está, los diputados priistas de la fracción peñanietista, que son la mayoría de la mayoría, serán un dique infranqueable para cualquier reforma.

Cualquiera diría que Peña Nieto le teme a los fantasmas, pues no se ve por ningún lado una candidatura ciudadana realmente fuerte y menos que pueda desplazarlo. Pero el temor no es a un fantasma en  particular sino a los fantasmas en general, en bruto y en abstracto: abrir las puertas a las candidaturas ciudadanas es poner en juego otra pelota que en este momento no está girando, pero que podría ponerse en juego. Los siete caballos que presentó el PAN el domingo pasado están tan flacos que más parece una cuadra de recuas de esas que dan paseos de “mediora” por módicos 30 pesos. Cuatro miembros de gabinete, dos distinguidos miembros de las cámaras y un gobernador, el de Jalisco, no han logrado emocionar ni a los panistas que ya ven como fatalidad la derrota en la elección de 2012, a pesar de los incendiarios discursos del domingo (que bien pudieron haber sido pronunciados en un evento de la CNOP, pero donde decía PRI le cambiaron a PAN). En ese contexto, la posibilidad abierta por el mismo Presidente de la República, de que el PAN apoyaría desde el inicio o a medio camino a un candidato “independiente”, era probable y Peña Nieto no se la va a jugar.

Junto con las candidaturas independientes se llevaron entre las patas a toda la reforma política, incluso el nombramiento de los consejeros del IFE. Perdimos, para 2012, la posibilidad de reelección de diputados y senadores, y de que esto se discuta en los estados; perdimos la iniciativa preferente, fundamental para el ejercicio moderno del poder; se quedaron en el tintero el referéndum y el plebiscito, entre otras cosas. Tenemos un Consejo General del IFE mocho (que en este caso significa incompleto, no mojigato), que no puede tomar resoluciones porque en varias ocasiones la votación ha quedado empatada. Como no tienen prisa, los peñanietistas lejos de facilitar el nombramiento de los nuevos consejeros, cada vez suben más el costo y las condiciones de la negociación para que no se dé.

Nadie va a controlar los factores de la política; eso es simplemente imposible. Pero en la lógica que no haya ningún aire nuevo, que pueda despeinar al candidato, nada se mueve. Mientras, el país sigue caminando para un lado y la política para otro.
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