Jalisco

2010: Assange, Larsson y Salander

Como dice la sabiduría popular, en gustos se rompen géneros

Cada año, por estas fechas, algunos escritores y periodistas renombrados (y otros no tanto) suelen hacer repasos de las que fueron sus lecturas favoritas durante los 12 meses que están por expirar. Como sucede en todas las sugerencias o recomendaciones, y como dice la sabiduría popular, en gustos se rompen géneros.

Estoy muy lejos de pretender hacer un listado de buenas obras literarias, si bien es cierto que a lo largo del año que termina he leído, por diversas circunstancias, mucho más que en anualidades anteriores. Me he enfocado en novelas policíacas o que cuenten entre sus protagonistas a periodistas de cualquier latitud. He disfrutado la novela El hombre que se esfumó, de los suecos Maj Sjöwall y Per Wahlöö; la ópera prima Los imperfeccionistas, del treintañero londinense Tom Rachman, así como Noticias de la noche, del legendario novelista griego Petros Márkaris. Pero igualmente sin pestañear devoré la trilogía Millenium, del periodista sueco Stieg Larsson, movido originalmente más por su biografía truncada inesperadamente justo cuando completó el medio siglo.

No es la obra de Larsson lo que se dice un fenómeno literario, pero indiscutiblemente ha sido uno de los mayores éxitos comerciales de 2010, con decenas de millones de copias vendidas de sus tres libros, ya traducidos a varios idiomas y trasladados al cine, primero en producciones europeas y listos para las versiones de Hollywood. Ni qué decir del morbo que ha desatado la información de que hay un borrador de un cuarto libro de la saga de los personajes del malogrado sueco, el periodista Mikael Blomkvist y la hacker Lisbeth Salander.

El cierre de año trajo a colación a Larsson no sólo en los recuentos de lo recordable del mundo de los libros, sino en terrenos que dejaron la ficción para asentarse con severo estruendo en la realidad mundial. El caso de las filtraciones informativas del sitio de internet WikiLeaks, que encabeza el australiano Julian Assange, que sacudió los cimientos de la diplomacia estadounidense, con ondas expansivas a países de todos los continentes y al medio periodístico, revivió a los personajes de Larsson. Por si fuera poco, a Assange se le persiguió hasta su captura por la presunción de haber cometido delitos sexuales nada menos que en Suecia.

Susana Fortes escribió a principios de diciembre en El País, de España: “No es de extrañar que la agencia americana de inteligencia tenga un equipo dedicado a ocuparse de él (Assange) las 24 horas del día y presione a gobiernos de terceros países como Suecia para que estrechen el cerco. Prueba de ello es que el país de Stieg Larsson ha emitido contra él una orden de busca y captura por presunta violación. La realidad imita a las novelas (…) Julian Assange se parece más que un poco a Lisbeth Salander (…) tiene una visión del mundo conspirativa y posee una personalidad complicada (…) tiene un pasado de hacker, de crío consiguió entrar jugando en el sistema de la compañía telefónica canadiense y armó la de Dios”.

He ahí dos personajes icónicos del año que termina. Pueden resultar poco simpáticos, puede ser que los hechos que han protagonizado Larsson y Assange sean discutibles en cuanto a sus méritos en el campo de sus desempeños, pero será muy difícil que nos resulten indiferentes. Tal vez por eso, investido con el Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa propuso hace unas semanas en el mundo de las letras: “Lisbeth Salander debe vivir”.
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