Jalisco

— Ya sucedió...

A pesar de que la desgracia ocurrió, se debe tomar precaución para que no pase otra vez

Para los usuarios habituales de esa hebdomadaria fiesta de la civilidad que es la Vía RecreActiva, era previsible que algún día el diablo metiera la cola. Era tan previsible como el pronóstico de quien, desde un avión, observa la trayectoria de dos barcos en el océano, y, no precisamente porque tenga dotes adivinatorias, anuncia: “Si al menos uno de los dos no corrige su rumbo, esos barcos van a chocar”.

En la Vía RecreActiva, después de casi seis años de saldo prácticamente blanco, ya sucedió: al margen de incidentes de poca monta —choques, caídas, tropezones que no ponen en peligro la vida, tardan menos de 15 días en sanar y, después de todo, le dan sabor a la existencia—, ya ocurrió, el domingo, una desgracia: dos ciclistas chocaron contra un automóvil en marcha, en el cruce de Javier Mina con la Calle 54; uno de ellos falleció. Los testigos coinciden en que los dos paseantes desatendieron las indicaciones de los vigilantes que les marcaban el alto, con la lamentable consecuencia ya señalada.

—II—

Sobre el hecho consumado, lo siguiente (a partir de la sabia conseja del “Cuyo” Hernández —antiguo mánager de boxeadores: “La experiencia no es lo que a uno le pasa, sino lo que uno hace con lo que le pasa”) es aprender la dolorosa lección: admitir que la Vía RecreActiva podría (¡y debería!) ser una excelente ocasión para educar divirtiendo —la mejor manera de educar, por cierto—, a condición de que se aprovechara para promover el respeto a unas cuantas normas básicas de convivencia. Casi todas las legislaciones, después de todo, contienen pequeñas restricciones (renuncias voluntarias, se diría) a la libertad individual, en beneficio del orden.

—III—


El precio que tuvo que pagarse por esa omisión —una vida humana— fue muy alto. Ahora (“después del niño ahogado...”) habría que evitar tropezarse nuevamente en la misma piedra, aplicando restricciones sensatas, que nadie consideraría extremistas o descabelladas si en un ejercicio similar al de la Vía RecreActiva se aplicaran en un país civilizado: la expulsión (recogiéndole la bicicleta hasta el cierre de la Vía, por ejemplo) de la ruta para quien no entienda que el respeto a la autoridad y a los demás paseantes tiene que ser la norma básica en una convivencia que, pese a todo, es de lo poco digno de presumir que aún nos queda en esta dizque “tierra de Dios y de María Santísima”.
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