Jalisco

— ''Vencidas''

Una duda estriba en la pulcritud y en el compromiso social con la educación como responsabilidad suprema con que la Universidad ejerce el presupuesto que se le asigna

Para el ciudadano de a pie, que se limita a hacerse a un lado cuando su camino se cruza con el de los manifestantes que previamente le ofrecieron, con cortesía versallesca, “sus más atentas disculpas por las molestias que le causan”, detrás de las “movilizaciones” seudoestudiantiles que comenzaron la semana pasada, en demanda de más recursos del Gobierno de Jalisco para la Universidad de Guadalajara, a cambio de muchas dudas sólo hay una realidad incuestionable: que el espectáculo que comenzó a volverse cotidiano y que amenaza con perpetuarse (“tenemos capacidad para seguir haciendo marchas durante 100 días más, de entrada”, amenazó uno de los organizadores de las mismas), es una competencia de “vencidas” entre dos poderes fácticos: uno —el Gobierno— que periódicamente tiene que someterse a un proceso de renovación y legitimación, por la vía democrática, y otro —la Universidad— que no.

—II—


Las dos dudas básicas con respecto al conflicto, son del dominio público. Una estriba en la disponibilidad de los recursos. Si el Gobierno ha generado verdadera irritación social en tantas ocasiones, por la discrecionalidad ofensiva y por la muy discutible pertinencia de sus erogaciones millonarias, el ciudadano común está en todo su derecho de cuestionarse la veracidad de la declaración de que “ya no hay dinero para la Universidad”. La otra duda estriba en la pulcritud y en el compromiso social —con la educación como responsabilidad suprema— con que la Universidad ejerce el presupuesto que se le asigna, porque los esquemas de fiscalización de sus erogaciones, jamás ha sido socialmente convincente.

Idealmente, la universidad pública estaría haciendo su tarea en la medida en que contribuyera —con calidad, además— a hacer efectivo el buen deseo de que ningún joven con aspiraciones se quede al margen de la educación formal por falta de recursos económicos para costeársela. Idealmente también, el Gobierno (al margen de que se autoproclame “del empleo” o no) estaría haciendo su tarea si acertara a generar las condiciones propicias para que las inversiones del capital privado permitieran una correspondencia satisfactoria entre el perfil y la capacidad de los profesionistas egresados de la Universidad y las plazas disponibles en el mercado laboral.

—III—


Para el ciudadano común, la conclusión es desoladora: más allá del “show” que están dando los protagonistas del “estira y afloja” que acapara espacios en los medios, lo más probable es que ni uno ni otro estén haciendo su tarea. (Empate técnico, pues. A cero, para más señas).
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