Jalisco
— Veladoras
Sus legítimos derechos como propietarios de casas y parcelas son argumentos a favor del “No”
—II—
El tema pasó —como suele suceder— del desacuerdo al conflicto. El Gobierno del Estado —también, como suele suceder— decidió secundar un programa del Gobierno federal, y prometió —una vez más: como suele suceder, puesto que los demagogos, en el fondo, no son sino una mala caricatura de los merolicos— los bueyes y la carreta, que sería lo de menos, pero también cosas imposibles de cumplir (la remoción, piedra por piedra, de la Parroquia de Los Remedios, en Temacapulín, que data del siglo XVIII y que, según el dictamen del Instituto Nacional de Antropología e Historia, no es susceptible de realizarse... salvo que David Copperfield en persona asuma la empresa), con tal de conseguir la anuencia de los vecinos.
Éstos, como era previsible, se mostraron poco dispuestos a firmar en blanco la sentencia que condenaba a muerte su pasado y su presente, a cambio de la promesa incierta de una vida mejor... y, adicionalmente —que no se diga que los gobiernos del cambio son cicateros—, con un reconocimiento por su desapego, su espíritu solidario y su heroísmo.
Sus legítimos derechos como propietarios de casas y parcelas; su identificación ancestral con el terruño; la defensa de su patrimonio cultural...: todos, al final de cuentas, son argumentos a favor del “No”.
—III—
Atrapado en un conflicto que de alguna manera recuerda las “vencidas” entre el Gobierno federal y los comuneros de San Salvador Atenco, en el sexenio anterior, por los terrenos en que se pretendía construir el nuevo aeropuerto para la Ciudad de México —con los resultados que constan en actas—, el Gobierno de Jalisco hace dos cosas: contar las horas... y encender veladoras.
JAIME GARCÍA ELÍAS / Periodista y conductor radiofónico.
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