Jalisco

— Tregua

Plausible la determinación que resultó del cónclave de rectores de la UdeG

La pregunta saltó, en automático, como liebre en el matorral: ¿Las autoridades universitarias, en efecto, decidieron, “motu proprio” —es decir, por su propia iniciativa—, suspender mega-marchas, manifestaciones, bloqueos, similares, derivados y conexos..., o “de muy arriba” llegó la orden de que pararan su carro...?
La respuesta a esa pregunta se conocerá, probablemente, el Día del Juicio... pero ya en la tarde.

—II—

Plausible y todo, la determinación que resultó del cónclave de rectores de la Universidad de Guadalajara, la mañana del viernes, fue sorpresiva. Fue como esas jugadas del ajedrez que se consignan en las reseñas con un signo de admiración al canto. Nadie podía prever que, en plena zacapela, el más beligerante de los actores fuera a sacarse de la bolsa la bandera blanca. Nadie podía anticipar que la declaración unilateral de una tregua incondicional, sería la secuela lógica del pleito de vecindad que la universidad pública sostiene desde hace meses con el Gobierno del Estado... especialmente porque algunas voces afines a la causa (escasas, pero, eso sí, estridentes) aún cacareaban el huevo y se colgaban medallas por “el éxito” que fue, según sus cuentas, la estratagema de los bloqueos del jueves... (La decisión de recular, tomada la mañana del viernes, fue tan paradójica como el célebre telegrama remitido desde Las Vegas: “Mándame dinero. Estoy ganando”).

En todo caso, espontánea o inducida, la decisión fue, de todas las posibles, la más sensata... Por una parte, era obvio que ninguna de las “medidas de presión” estaba en vías de dar los resultados apetecidos. De las protestas frente a Casa Jalisco, por ejemplo, lo único rescatable era, ocasionalmente, el ingenio y la ironía —no exentos de mala leche— de los obsequios que los manifestantes llevaban al inquilino (incluidas, por supuesto, las célebres “catrinas”). Por la otra, la historia reciente enseña que en los tristemente célebres años violentos de la FEG, la Universidad de Guadalajara enlodó (y lo peor: ensangrentó) el prestigio social que merece, por definición, el templo de la cultura y el bastión de la enseñanza que toda universidad, pública o privada, debiera ser... Y ya se sabe que quien no aprende de la historia, está condenado a repetirla.

—III—


La decisión de dejar de hacer olas a lo tonto honró, pues, ciertamente, la palabra inicial de la divisa suprema de la casa de estudios: “Piensa (es decir, reflexiona, analiza, pondera...) y trabaja”. Después de todo, ni lo uno ni lo otro matan.
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