Jalisco

— Soplamocos

La historia, a vuela-pluma, de “El Noroñas” como figura pública, comienza en los años de la crisis del ’95

San Pablo (Corintios 1-14:34) acuñó el mandamiento supremo de los misóginos que, después de él, en el mundo han sido: “Las mujeres callen en la iglesia, porque no les es permitido hablar ahí, sino que deben estar sumisas, como establece la ley”.

No se sabe con exactitud si el diputado federal petista Gerardo Fernández Noroña (conocido en los bajos fondos de San Lázaro con el remoquete carpero de “El Noroñas”) es devoto de El Apóstol de los Gentiles. Sí se tiene la certeza casi absoluta, en cambio, de que el folklórico y jacarandoso legislador —al que perfectamente habría podido inventar don Gabriel Vargas, para incorporarlo al elenco estelar de “La Familia Burrón”... si los progenitores de don Gerardo no se le hubieran adelantado— estaría dispuesto a pagar lo que le cobren de regalías, para usarla, como propia, después del humillante soplamocos de la semana pasada.

—II—

La historia, a vuela-pluma, de “El Noroñas” como figura pública, comienza en los años de la crisis del ’95. Fue dirigente de la Asociación Nacional de Deudores de la Banca. Fue protagonista de manifestaciones en que mezclaba la temeridad con la bufonada. Fue desalojado de múltiples foros, en calidad de “bulto”, mediante el uso de la fuerza pública. Ya como diputado, ha representado infinidad de “sketches”, a cual más chabacano, entre los cuales la exhibición de la célebre pancarta de “¿Tú le prestarías el automóvil a un borracho?...”.

Esa barroca, mexicanísima mezcla de político con cómico de baja estofa, sufrió un quebranto la semana pasada... por cuenta de una dama levantisca, antítesis de las que quería San Pablo. La diputada panista Augusta Valentina Díaz de Rivera Hernández le reprochó su actitud sistemáticamente rijosa. “Sus únicos argumentos —le dijo— son la denostación y sus babosadas”. Cuando el aludido quiso interrumpirla para ripostar, la diputada le paró los tacos: “Cállese y me escucha”... Al día siguiente, Fernández Noroña le llevó un ramo de flores “como respuesta a su majadería”. Augusta Valentina, aduciendo que “la ofendida no soy yo; es el pueblo de México, que con gente como él no puede avanzar”... le rechazó el obsequio.

—III—

Con todo respeto para San Pablo, qué bueno que en México (“tierra de machos”, por cierto) una mujer tuviera lo que a muchos hombres les ha faltado: los pantalones necesarios para decirle su precio a un patán y —según el retrato hablado que de él hizo la diputada panista—- “un porro de la política”.

JAIME GARCÍA ELÍAS / Periodista y conductor radiofónico.
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