Jalisco

— Sátrapas

Pregunta tonta: ¿Dónde y cómo se les demanda, si no es indiscreción...?

Hay prioridades. Tan las hay, que los relativamente flamantes diputados locales, antes de dar su primer fruto como tales, culminaron su primera serie de debates de altura en el Congreso de Jalisco, con una resolución trascendental... para ellos.

—II—


Se trata, como es del dominio público, del acuerdo de “invertir” (eufemismo por dilapidar) más de cuatro millones de pesos del presupuesto asignado al Poder Legislativo estatal, en la compra de 39 seguros de gastos médicos mayores, en beneficio de otros tantos diputados locales, y sus respectivos cónyuges, ascendientes y descendientes.

A cambio de la generosidad que se tuvo —como se dijo con todas sus letras durante los debates— de dejar al margen de la lista de beneficiarios del seguro de referencia a las (¿o los...?) amantes, el hecho de que se incluyera en esa calidad a los padres (incluida la madre... si alguno tuviera), encareció considerablemente los seguros. Se explica: una póliza que abarque a personas de la tercera edad —como serán, seguramente, los progenitores de los dizque representantes populares— es, por lógica, mucho más costosa que una que incluya sólo a niños y a personas relativamente jóvenes.

Que los diputados inviertan poco menos de 105 mil pesos en ese seguro, parece razonable: la cifra equivale a poco menos de su salario promedio de 107 mil pesos mensuales. Lo que no queda claro es por qué no se pagan ellos mismos, si tienen con qué, el privilegio de no tener que revolverse con la chusma, llegado el caso, en las antesalas de los consultorios del IMSS o del ISSSTE.

Que se aclare que entre los beneficios del seguro no se incluyen las cirugías plásticas, se agradece en nombre de los ciudadanos: así éstos podrán verles la cara de lo que son y no de lo que quisieran parecer —personas decentes, por ejemplo— cuando se tropiecen con ellos... aunque es difícil que el ciudadano, después de las elecciones, pueda ver algo más que siluetas en que no se distingue al diputado de sus guaruras, a través de los vidrios polarizados de sus camionetas.

—III—

Cuando estos sátrapas (por definición, hombres ladinos, que saben gobernarse con astucia o que gobiernan despóticamente) “protestan” cumplir y hacer cumplir las leyes, “viendo siempre, ante todo, por el bien de la sociedad y de los ciudadanos”, remachan con un desafiante: “Y si no, que el pueblo me lo demande”.

Pregunta tonta: ¿Dónde y cómo se les demanda, si no es indiscreción...?
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