Jalisco
— Pros y contras
Faltaría saber si el automovilista standard, en Guadalajara, está dispuesto a pagar, en promedio, los 70 pesos diarios
El ciudadano común, el peladaje, el destinatario contumaz del recordatorio familiar de hace dos años, que tan célebre volvió a su remitente que en otras entidades “hasta autógrafos le piden”, parece haber encontrado indicios de que el vaso en cuestión, bien visto, está medio vacío...
—III—
El funcionario de la administración estatal que es, según su patrón, la antítesis del Caballo de Atila (por donde éste pasaba, no volvía a nacer el pasto; por donde pasa aquél, según su panegirista, “deja progreso”), afirma —sin probarlo— que el proyecto está sustentado en estudios de origen y destino. Aun si tales estudios existieran y aun si hubiera razones plausibles para mantenerlos en calidad de “top secret”, faltaría explicar por qué no utilizar la proyectada estructura para el uso del transporte público, con tarifas tan accesibles como las del Macrobús, a la manera —por ejemplo— del Expreso Tiradentes que opera en Sao Paulo...
Faltaría, asimismo, documentar la factibilidad financiera del proyecto. Si se calcula (considerando la consabida puntería de los planificadores gubernamentales para hacer presupuestos) que la obra costaría unos seis mil millones de pesos, a precios actuales, y se considera que los inversionistas estarían dentro de los parámetros vigentes en todo el mundo si pretendieran amortizar su inversión en 10 años, su recuperación bruta debería ser de 600 millones anuales; es decir, de poco más de millón y medio de pesos diarios, al margen de los costos de operación —personal administrativo, mantenimiento...— que el juguetito implique...
Faltaría saber si el automovilista standard, en Guadalajara, está dispuesto a pagar, en promedio, los 70 pesos diarios (de mil 400 a dos mil 100 mensuales, según la frecuencia con que lo use) que le costaría treparse a la llamada Vía Express, sólo para darse el gusto de proclamar que “Las gallinas de arriba... ‘saludan’ a las de abajo”.
—III—
Conste: de ninguna manera se pretende que el proyecto sea una más de las barbaridades discurridas por quienes cobran por gobernar como si supieran. Se trata, simplemente, de advertir que tampoco tiene que comulgarse, en seco, con la rueda de molino que ahora los susodichos les ofrecen a sus vasallos.
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