Jalisco
— Precandidato habemus
Que si se trata de pelear la candidatura del PAN a la Presidencia de la República en las próximas elecciones, llegará ''hasta donde tope''
va la vencida...”.
—II—
La nota se diluyó bastante en los últimos días. Era lógico: el caudal de información relacionada con la “mega-marcha” convocada por dirigentes de la Universidad de Guadalajara y secundada por varias decenas de miles de universitarios propiamente dichos, arrastró, como si se tratara de una cáscara de cacahuate, la información relacionada con el reciente encuentro del gobernador Emilio González Márquez, en Puerto Vallarta, con sus antiguos compañeros, diputados federales integrantes de la LVIII Legislatura, y su declaración de que “no se raja”; que si se trata de pelear la candidatura del PAN a la Presidencia de la República en las próximas elecciones, llegará “hasta donde tope”.
Precandidato habemus, pues... Se trataría de la tercera (“la vencida”, reiterémoslo, según el adagio) de un jalisciense a “la grande”, después de las del ex gobernador Jesús González Gallo —fallecido en un accidente carretero en 1957— y del ex procurador general Sergio García Ramírez, quien por unos minutos parecía ser “el bueno” para las elecciones de 1988... hasta que se aclaró que “El Gran Dedo” (así, con mayúsculas) había apuntado, en realidad, hacia Carlos Salinas de Gortari.
—III—
Nunca ha quedado suficientemente claro si el anhelo de muchos jaliscienses porque un paisano llegue a ser Presidente de la República (honor que, hasta ahora, sólo ha alcanzado Victoriano Huerta, oriundo de Colotlán, célebre por su talante autoritario y mezquino y por sus galas adicionales de ambicioso, alcohólico y sin escrúpulos, y protagonista de una de las páginas más negras de la historia de México: los asesinatos de Madero y Pino Suárez), obedece, una de dos: o a la necesidad de que el país tenga un gobernante dotado —“según San Lucas”, obviamente— de los talentos que caracterizan a los coterráneos que ocasionalmente sobresalen en la política... o a la conveniencia de que un paisano llegue al sitial en que se ejerce el poder de decisión por excelencia en México, para que desde ahí se derramen beneficios y complacencias sin fin para el terruño añorado y para sus felices moradores.
Por lo pronto, los ojos atentos advierten que ya hay algunas veladoras encendidas por ahí...
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