Jalisco

— ¿No que no...?

Quienes actualmente gobiernan Guadalajara se atrevieron a dar el paso... corren el riesgo de que el enojo de los ciudadanos por los atascos viales

El diagnóstico data de hace un cuarto de siglo, por lo menos: los pavimentos de Guadalajara (y anexas) ya cumplieron su vida útil, ya viven horas extra. De manera simplista —muy a la tapatía, si nadie se ofende por la manera de decirlo— se argumentaba que, puesto que no habría dinero público que alcanzara para renovar esos pisos (cada vez más castigados, además, por la cantidad cada vez mayor de vehículos que continuamente los machacan), las sucesivas autoridades municipales estaban condenadas a hacer del “bacheo” al cabo de cada temporal de lluvias, su particular versión de “el juego de nunca acabar”... y los ciudadanos a jugar el suyo de “agua y ajo” (“agua... ntarse, y ajo...”).

—II—

La actual administración decidió romper ese círculo vicioso. A sabiendas de que implicaría un costo político significativo solicitar un préstamo —pagadero en el curso de varios trienios por venir— para pavimentar con concreto, de una buena vez y para muchos años, en vez de gastar regularmente “muchos poquitos” para parchar las vialidades más transitadas (y, por ende, más deterioradas) de la ciudad. Quienes actualmente gobiernan Guadalajara se atrevieron a dar el paso... corren el riesgo —y lo saben— de que el enojo de los ciudadanos por los atascos viales, contratiempos y demás molestias que las correspondientes obras van a generarles, se traduzca en irritación... e incluso vaya, sin tocar baranda, al inventario de los platos rotos por los que querrán pasar la respectiva factura la próxima vez que haya elecciones.

Estarán, de alguna manera, reeditando la experiencia del Gobierno anterior: pudo haber nadado “de muertito” que se atrevió a jugarse en un albur el juicio de la historia. Puso el marcador en su contra, primero, merced al enojo de los comerciantes —principalmente— cuando acometió el proyecto de renovar los ruinosos, indignos pisos y banquetas del primer cuadro... y, después, logró el reconocimiento de que, a despecho de las inconformidades por las casi inevitables imperfecciones de la obra, la drástica intervención para realizarla, después de todo, valió la pena.

—III—

En lo que el tiempo ayuda a comprobar si la decisión tomada fue la correcta, es probable que haya consenso en que no hacer nada es la fórmula más efectiva para evitarse críticas... pero que correr riesgos —como los está corriendo la actual administración— es la única manera de aspirar a cumplir, desde los cargos públicos, con el compromiso de servir al pueblo.

JAIME GARCÍA ELÍAS / Periodista y conductor radiofónico.
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