Jalisco
— Mismo barro
Debería ser escandaloso todo eso si el ciudadano común no tuviera la convicción de que, en el fondo, los que llegaron estaban hechos del mismo barro de los que se fueron
El detalle anecdótico fue la queja de Francisco Labastida, a la sazón candidato priista (y, a la postre, el primer candidato priista que perdió en México una elección presidencial): “Me ha dicho ‘mariquita’, me ha dicho ‘mandilón’...”.
Lo sustancial fue la réplica del aludido (Fox, obviamente): “A mí lo majadero se me podrá quitar, pero a ustedes lo malo para gobernar nunca se les va a quitar”.
—II—
Viene a cuento el episodio porque los votantes que cancelaron, de sopetón, siete décadas de hegemonía priista, supusieron, tal vez, ingenuamente, que retirar el voto a “la dictadura perfecta”, como la llamó Mario Vargas Llosa, implicaba sustituirlos por ciudadanos más aptos y más honestos en los cargos públicos... Vana ilusión.
El ejemplo más reciente: el hallazgo (EL INFORMADOR, V-10-11) de por lo menos 243 “aviadores” (parásitos a los que se coloca en la nómina y que sólo aparecen el día de quincena, para cobrar puntualmente una dádiva que les otorgan generosamente quienes manejan de manera discrecional el Presupuesto) en diversas dependencias gubernamentales. Y si resulta ofensivo para el ciudadano que paga impuestos, que se incorpore a por lo menos 61 “aviadores” en la nómina del Congreso y a casi medio centenar en los ayuntamientos (28 en Guadalajara, 20 en Zapopan), debería ser escandalosa la presencia de 40 en la Secretaría de Educación, que debería concentrar sus recursos en la contratación de más mentores o en otorgar mejores salarios a quienes ya lo son; de 29 más en la Universidad de Guadalajara, en plazas teóricamente reservadas a catedráticos o investigadores; de 10 en la Secretaría de Salud, y —¡el colmo...!— de 14 en los Hospitales Civiles, desde cuyos muros Fray Antonio Alcalde, su fundador, sigue pidiendo “perdón a los pobres, por no haber tenido más para darles”.
—III—
Debería ser escandaloso todo eso —al margen del presumible subregistro en ese renglón ignominioso—... si el ciudadano común no tuviera la convicción (“La burra no era arisca...”) de que, en el fondo, los que llegaron estaban hechos del mismo barro de los que se fueron.
JAIME GARCÍA ELÍAS / Periodista y conductor radiofónico.
Síguenos en