Jalisco

— Mensaje

El remitente no tuvo necesidad de firmar ni de consignar su nombre y domicilio. Le bastó con dejar su sello

Lo del martes (granadazos, incendios, “narcobloqueos”...) en la Zona Metropolitana de Guadalajara, no fue un ataque. Fue, salvo prueba en contrario, un mensaje... El remitente no tuvo necesidad de firmar ni de consignar su nombre y domicilio. Le bastó con dejar su sello (“Eres galileo: el habla te denuncia”, dice el evangelio): la fuerza; la sincronización; la impunidad; lo incruento de su operativo... Si la intención hubiera sido dejar una estela de sangre y destrucción, fácilmente lo habría logrado: tan fácilmente como aplicar ese alarde de recursos humanos, organización y fuerza, verbigracia, en uno o varios centros comerciales o puntos de reunión, muy concurridos a esa hora. Se infiere, por ende, que el propósito fue otro: exhibir a la autoridad; demostrar, de manera espectacular, que miente cuando quiere adornarse soltándole a la sociedad el rollo de que en Jalisco se vive, si no exactamente en el paraíso, sí, al menos, en el limbo de los catecismos de antes: más allá del bien y del mal.
El mensaje, pues, fue claro: “Señores, aquí estamos...”.


—II—

La reacción inmediata de la autoridad —el obvio destinatario del mensaje— fue, como de costumbre, la declaración: así como es práctica común que las torpezas de los técnicos en la construcción o adecuación de vialidades se quieran corregir con boyas o pintura, es práctica común que cuando las insuficiencias gubernamentales se vuelven notorias y hasta escandalosas, se pretenda enmendar tales insuficiencias... con recursos de merolico; con oratoria barata. (Botón de muestra: “No nos amedrentan, ni nos amedrentarán”).


—III—

Los espectaculares —aunque, felizmente, incruentos— sucesos del martes por la noche, ocurrieron cuando el gobernador estaba de viaje, promoviendo tanto los Juegos Panamericanos como su imagen personal (con dinero público, dicho sea de paso)... con las intenciones que cualquier lerdo capta.
La reflexión obligada pasa por conceder a la autoridad, a la vista de las circunstancias, el beneficio de la duda: en Jalisco se han sacrificado los primeros cuatro años del sexenio, en aras de “grillas”, frivolidades y reyertas innecesarias. Aún quedan dos: suficientes —si se lee correctamente el mensaje de la noche del martes— para que quienes cobran por gobernar como si supieran (como si supieran gobernar, no como si supieran cobrar), honren el compromiso legal y moral que asumieron con la sociedad, en respuesta al espaldarazo que ésta —tuerto o derecho—, en su momento, les confirió en las urnas.
(Como dicen que dijo José Feliciano: “¡Queremos ver...!”).
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