Jalisco

— “Madruguetes”

Una de las primeras lecciones que aprenden en el oficio los vividores de la política, es que la conciencia es un lastre que puede tirarse

“No se engañe nadie, no...”, advertía Jorge Manrique en sus célebres Coplas, con respecto a las ilusiones de los mortales para los años venideros. “No se engañe nadie, no...”, valdría decir ahora, como réplica a los declaradores de banqueta que saltan por doquier —como las liebres, en cuanto se agitan los matorrales—, y que demandan, exigen o solicitan, según sea el caso, que, “por respeto a la ciudadanía... y a la política”, el componente electoral no contamine, como ya lo hace de manera ostensible, a cuanto forma parte de la vida pública.

(Por cierto: pedir respeto a la ciudadanía, parece razonable; en cambio, pedir respeto a la política, que se empecina en retener el título de “el oficio más desprestigiado —y, por ende, menos respetable— del mundo”... es demasiado pedir).

—II—

Ahora mismo, en plena temporada de “pre-destapes”, tan ociosa resulta la ingenua moción de orden de algunos profesionales de la política, como la “tregua” que ladinamente solicitan otros, para evitar los “madruguetes” de sus colegas...

Lo de menos, para éstos, es el pudor. La autocrítica es un fardo demasiado estorboso para quien aspira a vivir, por tiempo indefinido, pegado a la generosa —e inagotable, por lo visto— ubre del Presupuesto. De poco cuenta haber demostrado, con creces, la incompetencia para el desempeño de un cargo público: siempre hay que aspirar a uno superior. Tampoco deben ser óbice para mantener vigentes las ambiciones de seguir figurando en el gran teatro de la política, los cargos de conciencia que deberían tenerse a consecuencia de los escándalos, pifias espectaculares o manifestaciones de ineptitud... si se tuviera conciencia.


—III—


Para su fortuna, una de las primeras lecciones que aprenden en el oficio los vividores de la política, es que la conciencia, como la lata de cerveza vacía, es un lastre que puede tirarse en el primer baldío que se atraviesa. Además, siempre quedará el consuelo de que la memoria de los ciudadanos es corta, y de que muchos de ellos —la mayoría, con suerte...—, el día que están solos frente al voto en blanco, como cuando están frente a la boleta del “Melate”, identifican el “voto en conciencia” con la corazonada... Ese jaez de ciudadanos —la mayoría, reiterémoslo, “con suerte”...— no tiene empacho en regalar el voto a quienes ya lo desencantaron, en aplicación de la máxima suprema de los conformistas y los mediocres: “Mejor malo por conocido que bueno por conocer”.


JAIME GARCÍA ELÍAS / Periodista y conductor radiofónico.
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