Jalisco
— Maciel
El fango de vicios e hipocresía en que Marcial Maciel se desenvolvía, alcanzó a salpicar, incluso, la aureola de santidad de Juan Pablo II
—II—
Este fin de semana, al día siguiente de que la comisión designada por el Papa Benedicto XVI e integrada por los obispos de Tepic, México; Valladolid, España; Concepción, Chile; Denver, Colorado, y Alessandria, Italia, entregara el resultado de las investigaciones realizadas desde julio de 2009 hasta marzo pasado, se publicó la resolución de la Santa Sede: la refundación de la congregación religiosa. Puesto que ésta tiene presencia en 30 países, cuenta con 800 sacerdotes y dos mil 500 seminaristas, opera más de 150 colegios y 18 universidades, etc., la medida estriba en designar, desde Roma, “administradores” que den continuidad a esas obras..., pero borrar, en compensación, hasta donde sea posible, toda huella de su fundador, por considerar que sus comportamientos fueron “inmorales”, que constituyen “auténticos delitos”, y que la suya —pródiga en escándalos que ni siquiera su muerte pudo cubrir con un manto piadoso de discreción— fue “una vida carente de escrúpulos y de genuino sentimiento religioso”.
Esa declaración echa por tierra los afanes de los incondicionales de Maciel, por calificar de “ejemplar” su vida. Reduce a mera hipocresía la declaración del propio Marcial, al aceptar, en 2006, la condena del Papa, a “una vida de oración y penitencia”, alejada del ministerio sacerdotal. Maciel, entonces —según se apresuraron a difundir quienes, según la más reciente declaración papal, integrarían una red “inescrupulosa” de poder y sometimiento rayano en la abyección— aceptó aquella condena, “a semejanza de Cristo”, quien fue víctima inocente y estoica, en su Pasión, de ofensas, calumnias y agresiones físicas.
—III—
Es posible que la memoria de Juan Pablo II sortee, más tarde o más temprano, este obstáculo, y llegue, finalmente, a los altares. En cambio, para que la de Marcial Maciel corra la misma suerte —como auguraban sus turiferarios—, se necesitarán más que milagros.
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