Jalisco

— “Las cuentas claras...”

La constante en ellos era el sinfín de referencias a las cantidades del dinero de las arcas públicas. A eso se reducía la pretendida “rendición de cuentas”

“La danza de los millones”, denominaba la vox pópuli al informe que, por mandato constitucional, rendía el titular del Poder Ejecutivo, cada 1 de septiembre, ante “la soberanía popular” encarnada en el Congreso de la Unión. El barroco ejercicio, que ya en los últimos años —por obra y desgracia de las tristemente célebres “interpelaciones”— degeneró en sketch carpero, corriente e indigno por donde se le viera, se limitaba a ser un monólogo fastidioso, secundado por el eco oprobioso de los aduladores profesionales.

La constante en ellos era el sinfín de referencias a las cantidades del dinero de las arcas públicas, que para el ciudadano común representan —literalmente— sangre, sudor y lágrimas, supuestamente “invertido” con un criterio de beneficio social por quienes lo administran. A eso se reducía la pretendida “rendición de cuentas” de los gobernantes a los gobernados. Aquéllos rubricaban la jornada con un ominoso “besamanos”, animado por verdaderas legiones de lambiscones que conferían al acto un carácter ofensivamente cortesano. Éstos correspondían con el único elemento de dignidad posible en medio de ese grotesco festín de hipocresía, abyección y servilismo: el desdén más absoluto.

—II—

La farsa, ofensiva para los ciudadanos y para la más elemental noción de democracia, fue sustituida desde el sexenio anterior por el formato en que el Presidente de la República entrega el informe, por escrito, emite un breve “mensaje a la nación” y abre la puerta a las “comparecencias” de los secretarios de Estado... Menos teatralidad. Menos boato. No necesariamente, en cambio, más transparencia en la rendición de cuentas.

Y menos cuando, ahora mismo, tanto la Auditoría Superior de la Federación y la Unidad de Evaluación y Control de la Cámara de Diputados, coinciden en que “algunos” de los recursos manejados en los cientos de “fideicomisos” inventados por las administraciones encabezadas por Vicente Fox y Felipe Calderón “están etiquetados para gastos relevantes”; en cambio, advierte, “otros montos significativos son resultado de transferencias que encubren presuntos subejercicios presupuestarios y manejos discrecionales de fondos públicos”... (De hecho, el diputado Mario Di Constanzo afirma que “este desordenado crecimiento de los fideicomisos, ha llevado a la aparición de verdaderos presupuestos paralelos...”).

—III—

A la exigencia, desde sus tiempos, de Manuel Gómez Morín y Efraín González Luna, porque se rindan cuentas, de manera escrupulosa, de cada peso que pasa de las manos del pueblo a las arcas públicas, aplica —se sospecha— el título de la celebérrima película: “Lo que el Viento se Llevó”.
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