Jalisco

— Josefina

Que la mujer, establezca nítidamente, como acaba de hacerlo Josefina Vázquez Mota, la premisa de que el sexo no tiene por qué representar ningún handicap, es casi una obviedad

Cambian los tiempos. La mujer rompió los paradigmas que la ubicaban en cualquiera de los dos extremos tradicionales: o idealizada por los poetas que la ponían en un nicho para competir por la medalla de oro de la cursilería (“Mujer alabastrina, tienes vibración de sonatina pasional...”) o relegada —perdón por la brusquedad del salto— a los menesteres del petate y el metate. La mujer se liberó, en buena hora, de los tópicos y se ganó, por derecho propio —en casi todo para bien...—, un lugar en todos los ámbitos de la sociedad. Que incursione en la política y que compita abiertamente por los cargos públicos cuando aún viven muchas precursoras del voto como expresión del ejercicio pleno de la ciudadanía en México, es de celebrarse.


—II—

Que la mujer, en esa competencia, establezca nítidamente, como acaba de hacerlo Josefina Vázquez Mota, precandidata panista a la Presidencia de la República, la premisa de que el sexo (o, como mandan los cánones de la corrección política, “el género”... aunque la gramática salga raspada) no tiene por qué representar ningún handicap, es casi una obviedad... incluso en un país que se resiste a dejar de ser bastión del machismo —reminiscencia de la cultura cavernícola— a nivel mundial.
Para decirlo pronto: el hecho de ser mujer no hace a nadie inferior, ni incapacita a nadie, a priori, para ejercer el rol político más prominente a que puede aspirarse en una democracia. Pero —como dijo el ranchero— “a la visconversa”: tampoco hace superior, ipso facto, a nadie...


—III—

En esas condiciones, al margen de que algunas encuestas y la simple perspicacia de algunos observadores indiquen que la señora Vázquez Mota, en efecto, tiene mejor historial en la vida pública y atributos intelectuales más estimables que varios de los “suspirantes” confesos de su partido al premio mayor de la lotería política en México —algunos de ellos, la verdad sea dicha, de una grisura insultante, rayana en lo patético—, el ciudadano que ejercerá como elector el año próximo, preferiría que se diera vuelta a la página: que sea hombre o mujer ya no es motivo de discusión; lo que interesa es el diagnóstico sobre la situación social del país y el programa, el compromiso, las propuestas que “las candidatas y los candidatos” —que diría el inmarcesible Fox— sean capaces de plantear y de asumir.
Lo demás —como dice el tópico— es lo de menos.

JAIME GARCÍA ELÍAS / Periodista y conductor radiofónico.
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