Jalisco

— “Hasta la madre...”

Y lo mismo sucederá con las demás lacras sociales

Para eso sirvió el ejercicio —por demás democrático, eso sí...— del domingo pasado: para que una representación de la ciudadanía tomara las calles y, rompiendo el fastidioso y estéril monólogo de la clase política, hiciera uso de la palabra; para que los “twittazos” saltaran de los “i-pods” y las “compus” a las cartulinas; para que un padre indignado por la muerte injusta de un hijo claudicara de su condición de poeta y, valiéndose del lenguaje de los bellacos,  se hiciera eco del clamor generalizado, gritado en nombre del hartazgo de un pueblo cansado de ser humillado, ofendido, sobajado y usado —en la más abyecta acepción del vocablo— por los gobernantes.

—II—

Siguen siendo discutibles la pertinencia y la utilidad práctica de las marchas del domingo en la capital y en decenas de ciudades del interior del país y aun del extranjero. El mensaje de los marchistas, amén de difuso —cada quién aprovechó su espacio de libertad para soltar de su ronco pecho lo que le vino en gana—, fue demasiado abstracto. Proclamar que “Ya basta de violencia”, no evitará el próximo “ajusticiamiento”. Pedir que se ponga nombre y apellidos a cada una de las 40 mil víctimas inocentes de esa “guerra”, no pasará de ser un ocioso ejercicio estadístico: ni devolverá la vida a ninguna de ellas, ni atenuará, al menos, la impunidad de todas esas muertes.

Marchar, acrecentar el orfeón de los manifestantes, aportar una ocurrencia más al desfile de ingeniosidades, difícilmente hará el efecto mágico que se pretende. Si la violencia es la consecuencia de la desigualdad social (la “extrema indigencia” y la “extrema opulencia” que Morelos, en “Los Sentimientos de la Nación”, invitaba a abatir... hace 200 años), no será con marchas como va a corregirse. Y lo mismo sucederá con las demás lacras sociales: la injusticia, la pobreza endémica, la falta de acceso a la salud y la educación, la falta de oportunidades laborales para los ilusos que consiguen —por sus medios o mediante la educación en las mal llamadas escuelas y universidades “del Gobierno”— un título universitario...

—III—

Marchar, gritar, proferir consignas a coro, sirve, si acaso, para ejercitar el derecho al pataleo de los ciudadanos impotentes. Punto. Ni siquiera para hacerse escuchar por la clase gobernante, porque la filosofía de ésta, ajena a los problemas de los gobernados, sigue siendo la misma, antes y después del cacareado “cambio”: “A palabras de marrano, oídos de chicharronero”.
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