Jalisco
— “¡Extra, extra...!”
Los sensores se activaron por obra y gracia de una información por demás “caliente”
—II—
Los sensores se activaron por obra y gracia de una información por demás “caliente” (nada que ver, por cierto, ni con el “Caso Kalimba” ni con “El JJ”): sucede que, de cara a las elecciones del próximo domingo en Guerrero, el gobernador del Estado de México (y, según los entendidos, virtual “tapado” del PRI para la elección presidencial del año próximo), Enrique Peña Nieto, descalificó las perspectivas de la coalición PAN-PRD y dio por hecho que “ganará la ciudadanía”...
Desacostumbrado, en la actualidad, a esos sobresaltos, Mr. Ripley reaccionó como en sus mocedades... ¿Cuándo y dónde sucedió por última vez que “la ciudadanía” fuera, en efecto, la ganadora por excelencia de un proceso electoral...? En México, específicamente, ¿cuándo ocurrió por última vez ese portento...?
—¡En el año 2000! —le respondió con presteza una vocesilla...
—En efecto —asintió Mr. Ripley—: cuando el PAN ganó las elecciones federales en que se consumó el gran desafío de “sacar al PRI de Los Pinos” y de poner fin a siete décadas de “dictadura perfecta”, se hizo la voluntad de “la ciudadanía”... Ahora bien —siguió cavilando—: a la postre, ¿ganó, realmente...? ¿Consiguió que los gobiernos de “el cambio” se identificaran con el pueblo, se comprometieran con él y promovieran un esquema social más justo...?
Siguió leyendo... Peña Nieto aludía a las alianzas (“maridajes”, según algunos; “matrimonios políticos por interés”, según otros) PAN-PRD: mezclas de agua y aceite, elaboradas con el propósito deliberado de impedir a toda costa que el PRI recupere su añeja calidad de “partido aplanadora”, e incorporó el pronóstico: “Ganará... el candidato que decida la ciudadanía”.
—III—
En efecto: esa maldita costumbre de los encargados de “cabecear” las noticias en los periódicos, de decir en los titulares algo totalmente diferente a lo que dicen las informaciones... con riesgo de descomponer las alarmas de las personas decentes.
Mr. Ripley, contrariado, chasqueó los dientes; masculló una imprecación; bostezó, vio el reloj... y volvió a tronarse los dedos.
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