Jalisco
— Distancia
Ahora el espacio entre gobernantes y gobernados será mayor
—II—
“Signo de los tiempos”, en efecto. Espaldarazo de los hechos al diagnóstico situacional elaborado por el gobernador electo de Sinaloa, Mario López Valdez: la advertencia de que la escalada de inseguridad y violencia que afecta al país, pudiera llegar al colmo (según él): el asesinato de un gobernador.
López Valdez evocó, a vuelo de pájaro, algunos lamentables, dramáticos y aún recientes episodios de la vida nacional: el asesinato de un candidato a la Presidencia de la República (Luis Donaldo Colosio), de un virtual gobernador (Rodolfo Torre Cantú), de varios legisladores, y, la semana pasada apenas, del alcalde de Santiago, Nuevo León... Se le traspapeló en la memoria, al parecer, lo que parecía imposible en un país en que se trataba con respeto rayano en la veneración idólatra a los hombres de Iglesia: el asesinato de un cardenal (Juan Jesús Posadas Ocampo). Faltó incorporar, aunque fuera en números redondos —cientos; ¿o son miles ya...?—, la cifra de policías sacrificados por los delincuentes, lo mismo en balaceras que en ejecuciones deliberadas, fría, meticulosa, sádicamente planificadas. Faltó aludir al secuestro, hace cien días ya, de un ex candidato a la Presidencia de la República (Diego Fernández de Cevallos). Y faltó, por supuesto, la cifra brutal de los miles de víctimas de la en mala hora declarada —para efectos mediáticos... y para alborotar el avispero, como consta en actas— “guerra contra el crimen organizado”.
—III—
Al margen de que la advertencia de López Valdez sólo servirá para que los gobernadores y sus achichincles más cercanos acrecienten su seguridad a costa del Presupuesto —es decir, de dinero de los impuestos—, también servirá para alejar más a los gobernantes del pueblo: casi tanto como el pueblo se ha alejado, en los últimos tiempos, de los gobernantes...
¡Qué se le va a hacer...!
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