Jalisco
— Costo-beneficio
Aquí se ha hablado del costo de los diputados y sus satélites
—II—
Que Jalisco tenga 39 diputados —uno menos que el número de ladrones del cuento de Las Mil y una Noches del que Alí Babá venía a ser “El Muchacho” de la película—, se explica. Quizá no se justifique, pero se explica: primero, porque la ley establece que el pueblo debe tener en el Poder Legislativo, tanto a nivel local como en el Congreso de la Unión, un (supuesto) representante por cada cierto número de habitantes; segundo, porque en las campañas previas a las elecciones —sumamente onerosas, por cierto—, se consigue cierta participación de los ciudadanos; lo de menos es qué tan desairada o qué tan nutrida resulte dicha participación: lo sustancial es que se consigue una cuota de votos, pinchurrienta quizá, pero suficiente para legitimar el resultado y ungir a un ciudadano, generalmente un “milusos” —por no decir un vividor— de la política, oportunista, impreparado, servil; un peón al servicio de tal o cual partido, a quien dicho partido gratifica por su sumisión irrestricta facilitándole el acceso a una beca susceptible de prorrogarse en otras esferas del “servicio público”... a condición de que el interfecto no pretenda tomarse en serio el cuento de que es “representante popular” y, en cambio, recuerde en todo momento que su verdadero y único compromiso es con el grupo al que debe la chuleta.
Sin embargo, al margen de que cada uno de sus 39 teóricos representantes le cuesta al pueblo, únicamente por la vía de sus salarios, mucho más de un millón de pesos anuales per cápita, hay cifras (“Público”, VII-12-10) acerca de sus numerosos apéndices: en el Congreso laboran más de mil 100 personas; de ellas, mientras 40 ganan más de 78 mil pesos al mes, casi 60 perciben salarios modestos, inferiores a los 10 mil pesos mensuales; cerca de 900 personas —“trabajadores”, se diría, si se tuviera la certeza de que ese noble vocablo no les queda demasiado grande— perciben salarios que fluctúan entre los 10 mil y los 30 mil pesos mensuales.
—III—
Quienes tienen nociones básicas de economía suelen hablar de la relación costo-beneficio entre lo que algo (desde un automóvil hasta un perro chihuahueño) cuesta, y la utilidad que le reporta a su propietario. Aquí se ha hablado del costo de los diputados y sus satélites. Dejamos pendiente —para el Día del Juicio, pero ya en la tarde— el capítulo referente al beneficio.
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