Jalisco

— ''Colados''

Rita Pérez de Moreno, esposa y camarada del insurgente Pedro Moreno, agregará su nombre al de Irene Robledo

Habrá, en breve, una nueva inquilina en el antiguo “Club de Tobi”...

En efecto: Rita Pérez de Moreno, esposa y camarada del insurgente Pedro Moreno, agregará su nombre al de Irene Robledo como la segunda mujer cuyos restos merecen el homenaje —por demás discutible— de reposar en la Rotonda que a partir de Doña Irene pasó a llamarse “de los Jaliscienses —y no sólo ‘de los Hombres’— Ilustres”.

—II—


Se supone que el trámite de discutir los méritos de Doña Rita —personaje señero de Lagos de Moreno, donde vivió sus últimos años al cuidado de los hijos que la sobrevivieron... y de una modesta tortillería— se cumplió sobradamente en el Congreso del Estado. Tras el correspondiente “Nihil obstat”, lo que sigue es esperar al 27 de agosto, fecha señalada para el traslado de sus restos, con toda la solemnidad que el caso amerita (pero que nada tiene que ver con la modestia que caracterizó en vida a Doña Rita), desde su apacible morada actual en Lagos, hasta el panteón —ruidoso y pestilente— en que Jalisco consagra la memoria de sus hijos más preclaros. Eso... y cruzar los dedos para que el correspondiente monumento no dé la razón —como otros— a Jardiel Poncela cuando definía estatua como “una figura de bronce o de mármol que sirve para poner en ridículo a un hombre (o mujer) ilustre... y a un escultor”.

—III—

Puesto que el ingreso a la Rotonda —donde, como en la Selección Nacional, “ni son todos los que están ni están todos los que son”— representa, en teoría, un homenaje orientado a que los “hijos esclarecidos” de Jalisco sirvan de ejemplo para las presentes y futuras generaciones, cualquiera diría que sería recomendable la proclamación continuada de sus méritos: visitas guiadas, por ejemplo, con la información acerca de la vida y obra de tan insignes personajes...

Sin embargo, pensándolo mejor, quizá lo más prudente sea dejar así las cosas: aceptar, a beneficio de inventario, que todos los inquilinos de la Rotonda merecen su inclusión en ella, y no abrir de par en par las puertas a la sospecha —y, en varios casos, la certeza...— de que en tan selecta galería hay por lo menos media docena de bribones de siete suelas, oportunistas en vida y colados “post mortem”, a quienes sus respetables camaradas, si se los preguntaran, ofendería tener que compartir el espacio y el prestigio “per omnia saecula saeculorum, amen”.
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