Jalisco

— Cizaña

El fomento de uso de la bicicleta estaría muy bien, si hubiera venido tras una campaña de educación

La historia es prolija en frustraciones; la literatura, que muchas veces la retrata, está pletórica de ejemplos a los que aplica la moraleja de “Por querer darle al violín, le dio al violón”; (verbigracia, el cuento de “El Aprendiz de Brujo”, magistralmente musicalizado por Paul Dukas). Aforismos como el de “Pusimos al lobo a que nos cuide del perro”, y refranes como el de “Salió el tiro por la culata”, se originan en lo mismo: las buenas intenciones, de las que no en balde se afirma que “está pavimentado el camino del infierno”...

—II—

Uno supondría que aún se está a tiempo de evitar que cualquiera de esos corolarios se aplique a los afanes que hasta ahora se han hecho para que Guadalajara, siguiendo los ejemplos de Amsterdam, La Habana y Bogotá, entre otras ciudades, al rato esté llena de bicicletas. La Vía RecreActiva, que ya adquirió carta de ciudadanía y se extendió a casi toda la zona metropolitana, fue, probablemente, el impulso inicial. Le han seguido los paseos ciclistas, diurnos y nocturnos. Se han sumado las adecuaciones de “ciclovías” en algunas rutas urbanas, los esquemas de préstamo de bicicletas, y el flamante estacionamiento (gratuito) de velocípedos, a un costado del Parque de la Revolución.

Hasta ahí, “nihil obstat”; todo en regla... En compensación, aumentan las quejas. Por una parte, la conducta de muchos participantes en los paseos nocturnos que, lejos de suscitar la imitación de los observadores por su buen comportamiento, merecen su reprobación por su tendencia de pasar de la diversión a la majadería, saltándose a la brava las barreras del respeto a los terceros, y muy particularmente a las damas. Por otra, la tendencia de los ciclistas a la anarquía: a circular en sentido contrario, por arriba de plazas y banquetas, invadiendo los espacios peatonales, desdeñando semáforos y demás señalamientos, pasándose por el arco del triunfo las más elementales reglas de tránsito y haciendo gala de prepotencia con respecto a los peatones. Y una más: la incapacidad de la Policía para hacer frente a una de las modalidades en boga de la ratería urbana: los ladronzuelos que operan a bordo de bicicletas, solitarios o en parejas, y arrancan a las damas (sobre todo) bolsos, brazaletes, collares o prendedores.

—III—

El fomento del uso de la bicicleta estaría muy bien, si hubiera venido acompañado de una campaña de educación. Sin ella, ha sido —permítase aludir a la parábola evangélica— como sembrar cizaña junto al trigo.
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