Jalisco

— “Civilidad”

El show de “civilidad” que acaban de dar las cabezas visibles del Gobierno de Jalisco y la Universidad de Guadalajara, deja al ciudadano común turulato, estupefacto, perplejo

La aparente reconciliación y el show de “civilidad” que acaban de dar las cabezas visibles del Gobierno de Jalisco y la Universidad de Guadalajara (las mismas que durante varios meses del año pasado invirtieron sus mejores afanes —y buena parte de sus recursos económicos— en dedicarse mutuamente lo más vehemente de sus ofensas y lo más sangriento de sus cuchufletas), deja al ciudadano común turulato, estupefacto, perplejo y patidifuso, para decirlo con calificativos publicables.

—II—

¿Qué sucedió aquí...? ¿De qué capítulo —crucial, obviamente— de la telenovela nos perdimos...? ¿Qué sucedió, para que los feroces beligerantes que regalaron a la sociedad el deplorable espectáculo de una batalla campal de todos los perros contra todos los gatos del vecindario, coman ahora del mismo plato, como si nada, y aun se acicalen mutuamente las pelambres...? ¿En qué quedaron las escandalosas verdades que salieron a la luz cuando se pelearon las comadres...? ¿Qué queda en limpio de todos aquellos dimes y diretes...? ¿Qué tan verídicas eran las recíprocas recriminaciones que se hicieron...?

Si fue —como es probable que haya sido— que “de muy arriba” llegaran los coscorrones a los díscolos, bueno. Resultaba deplorable —por decir lo menos— que las personas que más o menos dignamente encarnan a dos instituciones que deberían ser respetables en grado sumo a los ojos de la sociedad (la máxima autoridad civil y la máxima casa de estudios de la Entidad, nada menos), dejaran de serlo al enfrascarse en plena vía pública en una vulgar reyerta de rufianes y borrachos.

—III—

Sin embargo, también resulta lamentable que todo aquello que se dijo, que fue materia de una guerra de reconvenciones —pagada con el dinero aportado por los ciudadanos a las arcas públicas—, quedara en nada. Que, por ejemplo, la aseveración de que el Gobierno del Estado apoyaba decididamente, en el aspecto económico, a la universidad pública, pero no a “los empresarios” que la habían convertido en su feudo, se volviera humo.

Al ciudadano común le queda, por una parte, la sospecha de que para preparar la escenografía de la grotesca pantomima de reconciliación que acaban de presentarle los protagonistas de la zacapela más espectacular de la temporada anterior, hubo necesidad de esconder toneladas de basura debajo de la alfombra... Y, por la otra, la convicción de que, en el sórdido, nauseabundo, tortuoso mundo de la política, lo más probable es que los que parecen amigos, se limiten a ser cómplices.

JAIME GARCÍA ELÍAS / Periodista y conductor radiofónico.
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