Jalisco

— Berrinches

A falta de razones, berrinches; a falta de argumentos, pataletas

A falta de razones, berrinches; a falta de argumentos, pataletas...
El espectáculo que siguen dando el Gobierno del Estado, en una esquina, y la Universidad de Guadalajara y los Hospitales Civiles de Guadalajara, en la otra, siempre a partir de la exigencia de estos últimos, de mayores recursos por parte del primero, más allá de los perjuicios que las manifestaciones de protesta ocasionan al ciudadano común —de a pie o de automóvil—, tiene un calificativo a la medida: patético.

—II—

Patético, nos ilustra el tumba-burros, es algo que introduce en el ánimo sentimientos de dolor, tristeza o melancolía.

En el caso de los dimes y diretes, de las costosas guerras de desplegados y de las manifestaciones “de resistencia pacífica”, duele, en efecto, que dos de los organismos públicos de Jalisco que más respetabilidad deberían tener ante la sociedad, se falten al respeto mutuamente, sacándose los trapitos al Sol, sin el menor pudor, con vehemencia digna de mejor causa... y lo pierdan, en consecuencia, a los ojos  del ciudadano común. Duele, porque en esa disputa no parecen estar divididos los bandos como en las películas policiacas: los buenos y los malos. Si el Gobierno ha sembrado en la sociedad, por la vía de la guerra mediática, la semilla de la sospecha sobre el posible desvío de recursos asignados a la Universidad, en beneficio de “las empresas de sus dirigentes”, ha sido incapaz de dar, con firmeza, el siguiente paso: disponer los mecanismos que sometan a la casa de estudios y a las empresas satélites una auditoría exhaustiva y convincente, que despeje todas las dudas acerca de cómo manejan los recursos públicos que reciben.

Da tristeza que la falta de recursos que aducen los directivos de los Hospitales Civiles, se traduzca en carencias y desatenciones para los pacientes. Da dolor y tristeza, asimismo, que las autoridades del Hospital Civil antepongan un concepto equívoco de la dignidad, al tildar de ofensivo el anuncio de una auditoría por parte del Gobierno, cuando, precisamente para avalar la legitimidad de sus demandas, deberían ser las primeras interesadas en que dicha auditoría se realice.

—III—

Da nostalgia, finalmente, recordar que Fray Antonio Alcalde aportó, de su peculio personal, casi las dos terceras partes del dinero que se requirió para la fundación de la Universidad, y dispuso lo necesario para que se fundara, en “el año del hambre” (1785), el primero de los dos hospitales civiles, en beneficio, precisamente, de “la Humanidad doliente”.
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