Jalisco

— ''Autogol''

Si el perjuicio social fue mínimo —gracias, quizá, a que la Virgen de Zapopan, de su propia iniciativa, extendió su manto protector sobre sus hijos bienamados...

El balance del enésimo episodio del pleito del cántaro contra la piedra (con la Universidad de Guadalajara en el rol del cántaro, y el Gobierno del Estado en el de la piedra) fue, desde cierta perspectiva, positivo...

—II—

Primero, porque no se hicieron efectivos, por fortuna, los temores de que los cierres simultáneos a la circulación de vehículos, ayer, durante cinco minutos, en un centenar —que a la hora de la verdad fueron mucho menos— de cruceros de la ciudad, “estratégicamente seleccionados”, colapsara a la ciudad y parara de pestañas a sus habitantes. El impacto fue leve: tras el apremiante “engarróteseme ’ai” decretado por las autoridades universitarias, la vialidad volvió a la normalidad en pocos minutos.

Segundo, porque aunque es obvio que conculcar los derechos de terceros es la peor manera de reivindicar los propios, a favor de los organizadores de la estratagema operó el ejercicio sistemático de la seráfica de la virtud de la paciencia, que de manera cotidiana tienen que hacer los habitantes de la “Ciudad Amable” de antaño.

Tercero, porque la autoridad civil acató con sensatez: dispuso la presencia de agentes viales para tratar de corregir a la brevedad posible los estropicios causados por los bloqueos, pero no envió a las “fuerzas del orden”, tolete en ristre, a reprimir a los manifestantes... y a correr el riesgo de ganarse el sambenito de “Gobierno represor”.

Fue así que los ánimos no se desbordaron ni se pasó, felizmente, del enojo —expresado mediante claxonazos y ocasionales imprecaciones— a la violencia declarada.

—III—

Ahora bien: si el perjuicio social fue mínimo —gracias, quizá, a que la Virgen de Zapopan, de su propia iniciativa, extendió su manto protector sobre sus hijos bienamados... pese a ser tan díscolos—, faltaría ver el impacto de la manifestación. Hasta donde alcanza a percibirse, los ciudadanos condenaron la protesta. Primero, porque hacer que paguen justos por pecadores, corresponde a una mentalidad cavernícola. Segundo, porque quienes más se molestaron por los perjuicios que les causaron los bloqueos de ayer, entendieron que si la medida (decididamente antipática y de eficacia muy discutible) fue dispuesta por las autoridades universitarias, es ilógico endosar la culpa de los pecados cometidos por éstas, al Gobierno del Estado. Es decir que si la intención era convertir a éste en el diablo de la pastorela, el tiro les salió —literalmente— por la culata.

Colofón: autogol de las autoridades universitarias (¿alguien sabe cómo va el marcador?)..., y sigue el partido.
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