Jalisco

— Anarquía

Las rutas han sido trazadas a la conveniencia de los concesionarios

Si hubiera que retratar de cuerpo entero el funcionamiento del transporte urbano en la Zona Metropolitana de Guadalajara con una sola palabra, muy probablemente la palabra a la medida fuera ésta: anarquía.

—II—


Una acepción de anarquía es ésta: “Desorden, confusión, por ausencia o flaqueza de la autoridad pública”; sus sinónimos: desgobierno, desorden, caos.

Ocasionalmente se han emprendido, con más o menos estridencia, algunas “acciones” —así se les dice en ciertos sectores a las pataletas— orientadas, principalmente, a reducir el número de víctimas en los accidentes en que participan unidades del transporte público... Se llevan estadísticas. Se elaboran, por años, cuadros comparativos, sin reparar en que, como decían Don Juan Tenorio y Don Luis Mejía, al alimón, en uno de sus diálogos, “Contar los muertos... matar es”. Se tilda a los conductores de los autobuses urbanos, genéricamente, como si todos estuvieran cortados con la misma tijera, o como si siempre fueran ellos —y no las víctimas— los culpables de las desgracias que protagonizan, con motes ofensivos... y, además, poco imaginativos. Se realizan marchas para “exigir” a la autoridad que tome medidas concretas que reduzcan de manera significativa el saldo rojo de tales percances...

Todo, a la postre, es inútil. Tanto las autoridades como los concesionarios del servicio de transporte público se significan por su tibieza. Hacer llamados y dar cursos, con la sana intención de que los choferes “tengan más conciencia”, sin modificar los sistemas operativos en materia de salarios y comisiones por boletos vendidos, por una parte, y tiempos de recorrido, por el otro, no pasan de ser paños calientes.

—III—


La anarquía es sistemática, evidente y absoluta. Las rutas han sido trazadas a la conveniencia de los concesionarios. Las velocidades en los recorridos dependen exclusivamente de la premura o la pachorra de los conductores. La falta de respeto a pasajeros, personas discapacitadas o de la tercera edad, beneficiarios de los “transvales”, a los reglamentos de tránsito y a las paradas oficiales, ante la pasividad escandalosa de los agentes, son el pan de cada día.

De hecho, queda la convicción de que si la cifra oficial de muertes —suicidios por temeridad muchas de ellas— a causa de los accidentes en que interviene el transporte público no es mayor, es porque la Virgen de Zapopan se ha convertido en defensora jurada de los peatones, por su propia iniciativa: sin que nadie se lo pidiera... y sin que nadie se lo reconozca.
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