Jalisco
— ''Al pan, pan...''
Pese a la maravilla que representa el nuevo inmueble del equipo Guadalajara, la vialidad es punto y aparte
(Como anécdota: hace medio siglo, una canción —a la que el viento se llevó en muy poco tiempo— aludía al inicio de la era del “Campeonísimo”, al primer campeón mundial de boxeo mexicano y a monseñor José Garibi Rivera, primer príncipe de la Iglesia nacido en México. Decía así: “Jalisco tiene tres cosas / que hacen la tierra temblar: / su equipo Guadalajara, / Becerra y el Cardenal”).
—II—
El estadio de las Chivas, en efecto, sin ser el mayor —y sin ser, tampoco, como impúdicamente se le publicita, “el mejor del mundo”—, sí es, con mucho, el mejor de México. Quienes fueron, la noche del viernes, testigos de su inauguración, son avales de que cumplió, con creces, todas las expectativas en cuanto a comodidad, modernidad y eficiencia arquitectónica. Una maravilla.
Sin embargo, como los filosóficos versos de Manoella Torres advertían que “Lo perfecto es inhumano”, y puesto que el flamante estadio no se construyó para una sola ocasión —el partido inaugural, ante el equipo B del Manchester United (no, por lo tanto, “el mejor equipo del mundo”, como dijo algún merolico)—, sino para que ahí juegue, en lo sucesivo, sus partidos como local el Guadalajara, también hay que decir que los 45 mil espectadores que se maravillaron con el inmueble, dieron fe de lo difícil que resulta el acceso y el desalojo del mismo.
Se trata de un embudo gigantesco que se llena y se desaloja a cuentagotas; con vialidades notoriamente insuficientes (de hecho, una sola vía de entrada y salida), que se construyó y se puso a funcionar por obra y gracia, ante todo, de la tenacidad —u obcecación, si se prefiere— de su autor intelectual y propietario... pero también, en buena medida, merced a la tibieza cómplice de las autoridades, incapaces de condicionar el permiso para la apertura del estadio a la adecuación de la infraestructura vial, a tono con la modernidad y el confort del edificio.
—III—
Si se va a llamar a las cosas por su nombre —“Al pan, pan, y al vino, vino”, como reza el adagio—, del flamante estadio de las Chivas hay que decir, con todas sus letras, lo que es hoy por hoy: un estadio de ensueño... con vialidades de pesadilla.
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