Jalisco

— ''Ajusticiados''

Quien visite Guadalajara, que lo haga a su propio riesgo, porque ésta ya no es aquella ''ciudad amable''

En los tiempos en que León, Guanajuato, a través de las coplas de José Alfredo Jiménez reivindicaba, reiterativamente, que en su territorio “No vale nada la vida: la vida no vale nada”, los lugareños hacían sarcasmos con respecto al barrio del Coecillo, famoso por sus artesanos especializados en la cuchillería.

—El Coecillo es barrio serio —se jactaban los leoneses—: te clavan una charrasca en el ombligo... y ni risa les da.

—II—

Los asuntos relacionados con la inseguridad están de moda en Guadalajara. Las primeras notas que sacó la prensa con respecto a “ajusticiados” que se encontraban prácticamente a la vuelta de la esquina, generaron reacciones un tanto despectivas de las autoridades:

—No eran de aquí —explicaban...(Vaya: como si el hecho de ser “fuereños” que, frustrados por no haber tenido la dicha inicua de vivir en esta “Tierra de Dios y de María Santísima”, sí tuvieron, en cambio, el privilegio de exhalar en ellas el último suspiro, atenuara la gravedad del episodio... o les hubiera hecho más amable el trance supremo de su existencia).

Ahora, al margen de la torpeza de las declaraciones de las autoridades locales, en el sentido de que, después de todo, en Guadalajara y sus orillas no pasa nada diferente, en lo esencial, a lo que pasa en cualquier ciudad del mundo de dimensiones similares, está la advertencia de las autoridades estadounidenses a sus connacionales: quien visite
Guadalajara, que lo haga a su propio riesgo, porque ésta ya no es aquella “ciudad amable” en que, cuando llegaba la fecha programada para la inauguración de un cementerio, había que pedir un muerto prestado de alguna localidad vecina (León, Guanajuato, por ejemplo)...

—III—


En Guadalajara, la verdad sea dicha, no pasa nada que no pueda pasar en Nueva York o Washington. Allá, como aquí, es recomendable, para reducir el riesgo de un asalto, no andar por ciertos lugares a ciertas horas.

En todo caso, lo que no deja de resultar llamativo para quienes no entraron al cine con la película ya empezada —es decir, para quienes tienen memoria de otros tiempos— es la diferencia en el tono (tan enérgico y tan viril antaño, tan indulgente y tan pusilánime ahora) de las declaraciones acerca de esos temas, de quienes en los tiempos de la “dictadura disfrazada” fueron oposición, y hoy, en los del cacareado “cambio”, son Gobierno.

No se ven los toros igual, al parecer, desde la barrera que desde el ruedo.
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