Jalisco
- Chambonadas
Entre veras y bromas
—¿Lo hacemos como si fuera para el Gobierno..., o prefiere que lo hagamos bien?
-II-
La anécdota (él lo decía “de chía”... pero era “de horchata”) viene al caso por la información (“Mural”, IV-8-10) relacionada con los “errores” que se han detectado en el que se cacareó, en su momento, como el huevo más espectacular de la anterior administración municipal en Guadalajara.
Como se recordará —de hecho, ¿cómo olvidarlo...?—, se dijo hasta la saciedad que, al efecto de que Guadalajara mostrara su mejor cara a las legiones de turistas que supuestamente la visitarán el año próximo, en ocasión de los XVI Juegos Panamericanos, resultaba imperativo renovar los pisos y banquetas del primer cuadro de la ciudad. Había que hacerlo, además, porque había sido promesa —sistemáticamente incumplida— de varias de las precedentes administraciones, tanto de signo panista como de sello priísta... y porque los pisos en cuestión eran una vergüenza para los tapatíos y un oprobio para quienes cobraban por gobernarlos como si supieran hacerlo. (Como si supieran gobernar; no como si supieran cobrar).
A casi un año de que se comenzó la reposición de banquetas en la avenida Vallarta, una revisión de las mismas permitió detectar alrededor de 200 chambonadas de los “maistros”, ante los cuales los arquitectos encargados de la obra se hicieron de la vista gorda, y con respecto a los cuales los “funcionarios” de la administración saliente trataron de fingir demencia. “Detalles (“petit riens”, se les dice en francés; es decir, “naderías”) que, sin embargo, nadie pasaría por alto si aparecieran en su casa o si tuviera que pagarlos de su bolsillo: tuberías de mala calidad y de calibre inadecuado; líneas eléctricas ídem...
-III-
El dilema de los actuales munícipes estriba en decidir si se exige a los “funcionarios” de la administración saliente y a las empresas que contrataron, la reparación del cochinero que dejaron... o si se hace lo que históricamente se ha hecho (y, en el fondo, se espera que se siga haciendo “por los siglos de los siglos”): echarle tierrita encima —“pa’ que no se note”—, y, llegado el caso, reparar lo que se descomponga.
Total, el que acaba pagando todo es el tonto de Patolandia; es decir, el ciudadano.
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