Internacional

Último reducto yihadista en Filipinas, a punto de caer

Algunos milicianos de Maute y Abu Sayyaf siguen atrincherados en Marawi

MARAWI, FILIPINAS (07/AGO/2017).- Después de más de dos meses de combates, las banderas negras de los yihadistas siguen estando presentes en Marawi, en la isla de Mindanao, en las Filipinas.

Los milicianos de Maute y Abu Sayyaf, grupos que han jurado fidelidad al Estado Islámico, todavía están atrincherados en zonas neurálgicas de la principal ciudad musulmana del país.

La liberación de Marawi parece ser sólo cuestión de tiempo, quizás semanas, pero mientras tanto el número de víctimas entre las fuerzas armadas filipinas aumenta día a día.

Las tropas filipinas, movilizadas en siete mil hombres, atacan por tierra con la ayuda de bombarderos y helicópteros de asalto. Pero los yihadistas, que según los servicios de inteligencia todavía son unos 500, no tienen ninguna intención de rendirse.

Un video publicado hace poco por Amaq, la agencia de comunicación del Isis, muestra a los combatientes islámicos mientras defienden sus posiciones, y al fondo se ve una ciudad ya fantasma.

Según el gobierno de Manila, los yihadistas habrían robado cerca de mil 400 millones de dólares en efectivo y joyas en los bancos, en los centros comerciales y en las viviendas de Marawi.

"Sobre el terreno la situación es muy complicada -explica el teniente coronel Jo-Ar Herrera, responsable de la comunicación del ejército de las Filipinas en Marawi-, pero en los últimos días hemos recuperado muchos sectores que estaban bajo el control de los terroristas. Aquí nuestra misión consiste en neutralizar lo que queda de los grupos terroristas y destruir todos los medios que tienen a su disposición".

Añade: "Tenemos que salvar a los últimos civiles que se han quedado como rehenes o que están atrapados en las zonas donde se combate. Nuestros soldados están determinados a llevar a cabo su trabajo lo antes posible".

"Marawi es un importante polo comercial y también es el lugar de dónde provienen la mayor parte de los terroristas y donde viven. En Marawi, que es la cuna del Islam en las Filipinas, estas personas tienen sus intereses y sus familias, y estos factores han contribuido a hacer que reconquistasen una buena parte de la ciudad", dice.

"Pero para hacer eso incluso han destruido su casa y su patrimonio cultural, por no hablar de todas las personas a las que han matado, tanto musulmanes como cristianos. ¿Qué clase de ideología es esta?", se pregunta.

Según los datos oficiales del ejército, desde el principio del asedio, el 23 de mayo pasado, hasta hoy el balance de muertos es el siguiente: 45 civiles, 97 soldados y 411 terroristas.

Los desplazados son casi 415 mil. De estos, 390 mil han encontrado refugio en casa de parientes o amigos en las otras provincias de la isla de Mindanao, mientras que 24 mil están en los centros de acogida permanente entre Saguiran, Iligan y Cagayan de Oro.

No está todavía claro la ayuda que han recibido los grupos locales filipinos, Maute y Abu Sayyaf, de los grupos del Estado Islámico en Iraq y en Siria.

Inicialmente parecía que esta ayuda había sido muy limitada, pero un estudio reciente del Institute for Policy Analysis of Conflict, un centro de investigación de Indonesia, revela que en el último año el comando central del Estado Islámico en Siria ha mandado decenas de millares de dólares a los milicianos filipinos, cosa que les ha permitido fortalecerse y conquistar parte de Marawi.

Cuando se avecinan combates, unos altavoces colocados en las principales calles transmiten 24 horas al día el mismo mensaje dirigido a los yihadistas que están atrincherados en la ciudad.

"Tenéis que rendiros, con el ejército filipino no encontraréis nunca ninguna gloria. No podéis vencer contra nuestras fuerzas, estáis destinados a perder. Los habitantes de Marawi están indignados con vosotros por lo que le habéis hecho a su ciudad", reza el mensaje.

Junto a un grupo de 10 soldados, el capitán Mike Malakad, mano derecha del teniente coronel Herrera, es el encargado de escoltarnos a lo largo de la línea del frente.

Detrás del ayuntamiento de Marawi, que desde el principio de los combates las fuerzas armadas usan como base operativa, hay un puente de unos 80 metros de largo que hay que recorrer a toda velocidad.

"Ésta es la zona menos protegida -dice el joven Malakad- y hay que estar muy atentos. Los francotiradores han matado algunos de nuestros hombres, 10 en un sólo día la pasada semana. Es mejor correr en zigzag, para no dar referencias a los enemigos".

Tras el puente se puede ver el grado de devastación de Marawi. Ningún barrio de la ciudad, donde hasta mayo vivían más de 130 mil personas, en su inmensa mayoría musulmanes, se ha salvado.

En las últimas semanas el ejército filipino, acostumbrado a trabajar en la jungla y menos familiarizado con la guerrilla urbana, ha empezado a llevar a cabo bombardeos aéreos.

"Lo hacemos con muchísima precisión -dice Malakad- para intentar causar los menores daños materiales posibles a la ciudad. Como prevén los códigos de guerra internacionales, nuestra fuerza de fuego es proporcional a la del enemigo. Si nos excediéramos, ya no quedaría nada de Marawi".

Para quedar protegidos y avanzar, los soldados han tenido que desfondar los muros comunicantes entre una casa y la otra. Llegamos hasta la última posición de los militares, a algo más de 50 metros del enemigo, posicionado al otro lado de un riachuelo que señala la línea de demarcación entre las dos fuerzas en el tereno.

Todos estos edificios han sido ocupados y saqueados por los milicianos, que han dejado su firma con espray y que también han hecho vandalismos con símbolos importantes del islam.

Malakad tiene las ideas claras: "Estas personas no son verdaderos musulmanes sino que no hacen otra cosa que tomar shabù (una potente droga local) y que solo se interesa por el dinero. Un verdadero musulmán no cometería nunca un sacrilegio como este".

La situación es tensa en toda la isla de Mindanao por miedo a infiltraciones. Algunos terroristas, en efecto, habrían logrado salir de Marawi a pesar de los numerosos check-point del ejército.

Entre ellos debería estar Isnilon Totoni Hapilon, líder de Abu Sayyaf, considerado el jefe del Estado Islámico en las Filipinas y fugitivo número una de las autoridades.

Y quien tiene que gestionar el problema, el presidente Rodrigo Duterte, ha alargado la ley marcial en toda la isla hasta el 31 de diciembre de 2017.

Síguenos en

Temas

Sigue navegando