Internacional
Sin justicia, no habrá reconciliación: chilenos en Jalisco
Chilenos que residen en Jalisco hablan sobre la dictadura y el golpe de Estado de Pinochet
Chile --recuerda Ramón Vera Salvo, 40 años después--. Entonces fui inmediatamente perseguido. Por fortuna logré enterarme de lo que la dictadura pretendía hacerme: yo estaba en una lista de los que debían ser fusilados sin mayor trámite, donde me encontraran. Estuve huyendo durante tres meses, hasta el momento en el que ya no tuve condiciones para seguir ocultándome en Chile y me exilié en la embajada de México. Yo fui del grupo de los que no podíamos salir en Chile; estuvimos seis meses en la embajada, porque no nos dejaban salir, hasta que fue el canciller Emilio Rabasa (secretario de Relaciones Exteriores en la Presidencia de Luis Echeverría) a negociar con la dictadura y nos permitieron salir".
Ramón tiene 66 años y recuerda su experiencia desde el despacho de asesoría fiscal que atiende en la colonia Providencia. Cada año hace lo posible por regresar a su patria, pero trae a la memoria, hablando lento y con tono serio, que fueron 17 años después del exilio sin pisar tierras chilenas.
En Jalisco hay una importante comunidad de chilenos que dejaron su tierra y echaron raíces en el Estado. Son de diferentes edades y no todos vivieron lo que Ramón; algunos, al momento del final del Gobierno militar, apenas tenían dos o tres años.
Cuatro integrantes de esas comunidad, de diferentes edades y ocupaciones, hablaron con este medio sobre sus impresiones a 40 años del golpe de Estado que derribó a Salvador Allende. Independientemente de su ideología, todos coinciden: en Chile no habrá una reconciliación nacional hasta que haya justicia; es decir, que los culpables de las torturas y homicidios vividos durante la época sean castigados, y que se dé razón de los desaparecidos.
Ramón Verá agrega: "El Gobierno hizo un acto que pretendía buscar esta reconciliación, reconociendo errores; el presidente Sebastián Piñera reconoció que 'hubimos' --asumiendo su propia culpa-- muchos que pudimos haber hecho más por detener las violaciones a los derechos humanos. El problema ha sido que en esa reconciliación, muchos de los torturadores, de los asesinos y demás no han sido juzgados; muchos de los que han sido juzgados han salido libres o han sido condenados a muy pequeñas penas: seis, siete, ocho años de cárcel, cuando las violaciones a los derechos humanos fueron enormes".
La brecha generacional no es sinónimo de desconocimiento o desinterés. Ricardo Alvial, de 25 años de edad, lo demuestra. Recientemente vive en Guadalajara y trabaja en un despacho de arquitectura. Aún no tenía uso de razón cuando terminó la dictadura, pero está informado: "Los protagonistas de aquel entonces, jóvenes en ese momento, son protagonistas principales hoy en día, lo que hace que esté presente aquel doloroso episodio. Por estos días se han realizado muchos actos y conmemoraciones que han vuelto a levantar un clima de tensión, especialmente por la cobertura periodística, que contribuye a la polarización de las partes".
Esta polarización, agrega, provoca que sea políticamente incorrecto señalar que el quiebre de la democracia comenzó desde la presidencia de Salvador Allende; "es poco correcto decir algo positivo acerca del Gobierno militar: te acusan de estar con las torturas".
"En ese sentido, me parece que aún hoy es difícil para las antiguas generaciones políticas coincidir en ciertos aspectos, en gran medida porque sus rupturas son su principal capital político".
Ricardo coincide en que hay una deuda grande, que mientras no sea pagada, impedirá cualquier reconciliación; es la del ámbito judicial, que no ha logrado imponer justicia.
Siente que a su generación le interesa abordar el golpe desde el arte, con productos audiovisuales que muestran el contexto de tensión que se vivió en todos años. Los jóvenes como él, afirma, rechazan cualquier supresión de las libertades y violación de derechos; por lo mismo, menciona que hubo casos de esta índole tanto en el régimen militar como en el Gobierno de Allende: desde la violencia física, hasta la alza en la inflación que dificultó el acceso a la canasta básica.
Los hijos de la dictadura
Es posible que Cristian de Rivera y Néstor Gabriel Platero no se conozcan, pero comparten similitudes en sus historias de vida: además de que los separan apenas seis años de existencia, ambos crecieron en Chile durante la dictadura de Augusto Pinochet.
Cristian tiene 43 años y se dedica a la música y a la comunicación. Cuenta: "Nosotros, culturalmente, estuvimos vetados durante esos 17 años. Hubo un veto total de lo que es cultura, de lo que entrara a Chile. Lo que se veía en televisión era todo muy estructurado a la medida del Gobierno militar; no había ninguna posibilidad de tener acceso a libros que te enfocaran en la cultura del continente europeo, buena literatura; todo lo que fuera pintura o música, espectáculos de buen calibre, todo eso estaba totalmente prohibido". En medio del bombardeo de circos, vedettes y música pop traída desde Estados Unidos, Cristian se las arreglaba para escuchar a Silvio Rodríguez a escondidas.
Desde la escuela, Néstor vivió una experiencia parecida. Ahora tiene 37 años y trabaja en proyectos con la Universidad de Guadalajara. Los libros en la escuela son su recuerdo: "La historia, en la escuela, no te la enseñaban. Tenía un tope, te enseñaban hasta 1970. Yo te estoy hablando de la década de 1980. No se podía estudiar la historia reciente del país, no podías juzgar a través de los libros de historia; y menos en clase escuchar que tus profesores te contaran qué paso de 1970 en adelante. Con esa privación es que yo y muchos de mis contemporáneos vivimos".
Ambos muestran su postura sobre la reconciliación en el país, a 40 años de aquel hecho. Cristian dice que aún hay mucha gente desaparecida y otros que tienen mucho que decir, como generales y personas retiradas de las Fuerzas Armadas que no han hecho su parte: "No han dicho donde están estas personas, a dónde las llevaron, mataron y enterraron. Mientras no se cierren esas heridas, es muy difícil que el pueblo se pueda reconciliar".
A la distancia, Néstor también ve a un país dividido: "En teoría, al avanzar el tiempo, tiene que reconciliarse el país en términos de los que en su momento apoyaron al régimen militar y por otra parte los que vivieron e impulsaron la democracia; todavía hay ese rencor político e ideológico, que ha recalado muy fuerte en lo social". Ese hecho tendrá lugar, sentencia, cuando las personas acusadas de homicidio y diversas violaciones paguen sus respectivas condenas.
EL INFORMADOR / ROBERTO MEDINA
GUADALAJARA, JALISCO (10/SEP/2013).- "Yo, al momento del golpe, pertenecía a una organización política llamada 'Movimiento de Izquierda Revolucionaria' y además era un destacado dirigente sindical en
Ramón tiene 66 años y recuerda su experiencia desde el despacho de asesoría fiscal que atiende en la colonia Providencia. Cada año hace lo posible por regresar a su patria, pero trae a la memoria, hablando lento y con tono serio, que fueron 17 años después del exilio sin pisar tierras chilenas.
En Jalisco hay una importante comunidad de chilenos que dejaron su tierra y echaron raíces en el Estado. Son de diferentes edades y no todos vivieron lo que Ramón; algunos, al momento del final del Gobierno militar, apenas tenían dos o tres años.
Cuatro integrantes de esas comunidad, de diferentes edades y ocupaciones, hablaron con este medio sobre sus impresiones a 40 años del golpe de Estado que derribó a Salvador Allende. Independientemente de su ideología, todos coinciden: en Chile no habrá una reconciliación nacional hasta que haya justicia; es decir, que los culpables de las torturas y homicidios vividos durante la época sean castigados, y que se dé razón de los desaparecidos.
Ramón Verá agrega: "El Gobierno hizo un acto que pretendía buscar esta reconciliación, reconociendo errores; el presidente Sebastián Piñera reconoció que 'hubimos' --asumiendo su propia culpa-- muchos que pudimos haber hecho más por detener las violaciones a los derechos humanos. El problema ha sido que en esa reconciliación, muchos de los torturadores, de los asesinos y demás no han sido juzgados; muchos de los que han sido juzgados han salido libres o han sido condenados a muy pequeñas penas: seis, siete, ocho años de cárcel, cuando las violaciones a los derechos humanos fueron enormes".
La brecha generacional no es sinónimo de desconocimiento o desinterés. Ricardo Alvial, de 25 años de edad, lo demuestra. Recientemente vive en Guadalajara y trabaja en un despacho de arquitectura. Aún no tenía uso de razón cuando terminó la dictadura, pero está informado: "Los protagonistas de aquel entonces, jóvenes en ese momento, son protagonistas principales hoy en día, lo que hace que esté presente aquel doloroso episodio. Por estos días se han realizado muchos actos y conmemoraciones que han vuelto a levantar un clima de tensión, especialmente por la cobertura periodística, que contribuye a la polarización de las partes".
Esta polarización, agrega, provoca que sea políticamente incorrecto señalar que el quiebre de la democracia comenzó desde la presidencia de Salvador Allende; "es poco correcto decir algo positivo acerca del Gobierno militar: te acusan de estar con las torturas".
"En ese sentido, me parece que aún hoy es difícil para las antiguas generaciones políticas coincidir en ciertos aspectos, en gran medida porque sus rupturas son su principal capital político".
Ricardo coincide en que hay una deuda grande, que mientras no sea pagada, impedirá cualquier reconciliación; es la del ámbito judicial, que no ha logrado imponer justicia.
Siente que a su generación le interesa abordar el golpe desde el arte, con productos audiovisuales que muestran el contexto de tensión que se vivió en todos años. Los jóvenes como él, afirma, rechazan cualquier supresión de las libertades y violación de derechos; por lo mismo, menciona que hubo casos de esta índole tanto en el régimen militar como en el Gobierno de Allende: desde la violencia física, hasta la alza en la inflación que dificultó el acceso a la canasta básica.
Los hijos de la dictadura
Es posible que Cristian de Rivera y Néstor Gabriel Platero no se conozcan, pero comparten similitudes en sus historias de vida: además de que los separan apenas seis años de existencia, ambos crecieron en Chile durante la dictadura de Augusto Pinochet.
Cristian tiene 43 años y se dedica a la música y a la comunicación. Cuenta: "Nosotros, culturalmente, estuvimos vetados durante esos 17 años. Hubo un veto total de lo que es cultura, de lo que entrara a Chile. Lo que se veía en televisión era todo muy estructurado a la medida del Gobierno militar; no había ninguna posibilidad de tener acceso a libros que te enfocaran en la cultura del continente europeo, buena literatura; todo lo que fuera pintura o música, espectáculos de buen calibre, todo eso estaba totalmente prohibido". En medio del bombardeo de circos, vedettes y música pop traída desde Estados Unidos, Cristian se las arreglaba para escuchar a Silvio Rodríguez a escondidas.
Desde la escuela, Néstor vivió una experiencia parecida. Ahora tiene 37 años y trabaja en proyectos con la Universidad de Guadalajara. Los libros en la escuela son su recuerdo: "La historia, en la escuela, no te la enseñaban. Tenía un tope, te enseñaban hasta 1970. Yo te estoy hablando de la década de 1980. No se podía estudiar la historia reciente del país, no podías juzgar a través de los libros de historia; y menos en clase escuchar que tus profesores te contaran qué paso de 1970 en adelante. Con esa privación es que yo y muchos de mis contemporáneos vivimos".
Ambos muestran su postura sobre la reconciliación en el país, a 40 años de aquel hecho. Cristian dice que aún hay mucha gente desaparecida y otros que tienen mucho que decir, como generales y personas retiradas de las Fuerzas Armadas que no han hecho su parte: "No han dicho donde están estas personas, a dónde las llevaron, mataron y enterraron. Mientras no se cierren esas heridas, es muy difícil que el pueblo se pueda reconciliar".
A la distancia, Néstor también ve a un país dividido: "En teoría, al avanzar el tiempo, tiene que reconciliarse el país en términos de los que en su momento apoyaron al régimen militar y por otra parte los que vivieron e impulsaron la democracia; todavía hay ese rencor político e ideológico, que ha recalado muy fuerte en lo social". Ese hecho tendrá lugar, sentencia, cuando las personas acusadas de homicidio y diversas violaciones paguen sus respectivas condenas.
EL INFORMADOR / ROBERTO MEDINA
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