Internacional

Se acerca temporada de huracanes en Haití

Con 10 mil tiendas de campaña en las calles, las autoridades aseguran que la amenaza de lluvias pone en peligro a haitianos

PUERTO PRÍNCIPE, HAITÍ .- Desde los técnicos de las Naciones Unidas hasta los damnificados en los rincones más apartados, todos saben en Haití que a falta de menos de cuatro meses para que empiece la temporada de huracanes en el Caribe, la lluvia viene, y pase lo que pase no va a ser nada bueno.

En Haití hacen falta al menos 200 mil tiendas de campaña, de las que sólo se ha cubierto un ridículo porcentaje, y un millón de personas viven en asentamientos improvisados en Puerto Príncipe, una ciudad sin infraestructuras adecuadas en la que los escombros que cubren algunas calles simplemente suponen el último de los problemas.

“Todos estamos muy asustados porque la lluvia comienza en marzo y esto no está preparado”, indicó la responsable de comunicación de Unicef en Haití, Francoise Vanni, al señalar que, según cifras estimativas no confirmadas, ahora mismo hay alrededor de 10 mil tiendas de campaña en el país.

El jefe de la misión de la ONU en Haití (Minustha), el guatemalteco Edmond Mulet, advirtió de la urgencia de dar solución a la necesidad de “alojar a dos millones de personas, que son los que están sin techo en Puerto Príncipe”.

En el mercado del bulevar de La Saline son bien conscientes de ello. Peter, de 20 años, vende lonas de plástico resistente, un material que normalmente sirve para resguardar superficies del sol y del agua, pero que hoy por hoy, puede ser una tienda de campaña de lujo.

Una de esas cubiertas cuesta 30 dólares, casi la quinta parte de un mes de salario medio en el país, pero aún así el joven asegura que los vende “sin problemas”.

Mientras tanto, las calles cada noche se convierten en enormes dormitorios colectivos por el temor de la gente a regresar a sus casas, algo que parece difícil de que siga cuando lleguen las lluvias tropicales.

Renuncia abogado de bautistas detenidos

El abogado haitiano de los 10 misioneros cristianos acusados de “secuestro de menores” en Haití, Edwyn Coq, renunció tras ser acusado de haber intentado corromper al juez para que liberara a sus clientes.

“Los padres de esos estadounidenses no renovaron su compromiso con respecto al trato de pago de mis honorarios”, explicó el abogado. “No sólo no me han dado nada hasta ahora sino que además se permiten manchar mi reputación diciendo que les pedí dinero para corromper al juez”.

“El lunes (hoy), un grupo de cinco (integrantes de este grupo) comparecerá ante la corte pero yo voy a advertir al juez que yo no estaré presente”, dijo Coq  tras indicar que los estadounidenses estarán representados por un abogado público.

Crónica

Si pudiera, volvería a dar a mis hijos


“Yo daría de nuevo a mi hijo. Ansitho merece una vida mejor a la de nosotros”, dijo Anchello Cantave, un campesino de Callebasse, un caserío a una hora al Este de Puerto Príncipe, donde como otros padres, entregó a su hijo de cinco años a misioneros de Idaho.

Enterrados en un destino de infortunio, los habitantes de Callebasse recibieron la visita de los 10 misioneros bautistas de Idaho (Noroeste de  Estados Unidos), “dos días después del terremoto” del 12 de enero, que en este pueblo montañoso derrumbó unas 50 casas, la mayoría de aquellos padres aceptaron que alguno de sus hijos “partiera con los extranjeros a otro país”.

Cantave, de 36 años, está convencido de la buena voluntad de los 10 estadounidenses presos en Haití desde hace una semana e inculpados de “secuestro de menores y asociación criminal”, tras haber sido detenidos el 29 de enero con 33 niños en la frontera con República Dominicana sin los permisos regulares.

“Los americanos se llevaron a los niños con el acuerdo de nosotros, los padres”, repitió Fritzian Valmont, papá de tres niñas de 11, ocho y dos años, que tras consultar con su esposa escogieron entregar a “la del medio”.

Fue la pequeña Alentina, junto “con dos hijos de mi hermana: Carl Ramirez y Dawin Stanley, todos de ocho años”.

A unos metros de Cantave y Valmont, está sentada Jean Ricia Geffrand, una  viuda de 47 años, madre de cinco hijos, ya abuela, y que una vida en la miseria le dio aires de anciana con cataratas en sus dos ojos: “Yo di a mi hija porque no tenía nada para darle”, dijo sobre Beline Chewi, su niña de dos años.

Junto a Geffrand está sentada en un bloque de cemento Saurentha Muran, 25 años, con Magdalenne durmiendo en sus brazos. Al consultarle si está de acuerdo con la entrega de los niños aclara: “Yo también di a uno”, se trata de Ansitho,  el niño de cinco años que tiene con Cantave.

¿Por qué escogieron a Ansitho para que partiera? “Lo hablamos y le preguntamos a los tres cuál quería irse a esa escuela en República Dominicana, y él dijo que quería partir”, dijo la madre confesando que lo extraña, y como todos, afirma que no recibieron nada a cambio.

 “Si después del juicio los americanos pueden partir de nuevo con los niños, yo voy a estar de acuerdo”, aseguró Cantave, que está pensando en visitar a su hijo esta semana en SOS Villages (Aldeas Infantiles), la organización caritativa que está cuidando a los 33 menores, de entre dos meses y 12 años, hasta aclarar este caso.

La mayoría de los habitantes de Callebasse son bautistas, pero afirman desconocer la religión de los misioneros que llegaron a ofrecer buenaventura  para sus hijos a cambio de altruismo en nombre de la organización religiosa New  Life Children's Refuge (Refugio para la nueva vida de los niños).

El lema de este grupo es: “Salvar a los huérfanos abandonados en las  calles, hospitales y orfanatos en ruinas”.

Pero estas son familias huérfanas de buenaventura en un país sumido en la  indigencia, ahora golpeado por un terremoto que provocó “la crisis más grave de  protección de niños que se haya visto jamás” en Haití, donde “cerca de 40% de  los haitianos tienen menos de 14 años”, denunció la Unicef.

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