Internacional

Sarkozy intenta recuperar liderazgo con violencia

El mandatario galo abre frentes bélicos en Costa de Marfil y Libia como una estrategia para aumentar la popularidad

PARÍS, FRANCIA (11/ABR/2011).- Dos guerras, una en Libia y la otra en Costa de  Marfil, permiten a Francia, que ya está presente en Afganistán, tomar la  temperatura de su influencia internacional sin que ello haya suscitado mayor  controversia a nivel interno.

Debilitado en la escena política interior, el presidente Nicolas Sarkozy se  lanzó a la batalla libia sin haberse dirigido realmente a sus compatriotas para  explicarles la cuestión.

“Evitar un baño de sangre en Bengasi”, “defender a las poblaciones civiles”. Con estas intenciones que pusieron en el orden del día la injerencia humanitaria, Francia logró arrastrar a la ONU tras ella.

Las resoluciones se fueron sumando, de un lado para sancionar al libio Muamar Gadhafi, del otro, para exigir un término a las funciones del marfileño Laurent Gbagbo.

Y es que al presidente francés no le gusta ver desplazado su liderazgo en la Unión Europea (EU), por lo que parece ser que al tomar la batuta de los ataques en Libia y Costa de Marfil, el mandatario europeo pretende recobrar el terreno que ha perdido dentro y fuera de su país.

Para los expertos, Francia, pese a su participación en las operaciones en Afganistán, cuenta con los medios militares a corto plazo para hacer frente. Su participación es aérea en Libia y limitada a tropas ya desplegadas en Costa de Marfil.

Afganistán “es logísticamente el terreno más difícil, con la movilización de medios al mismo tiempo aéreos y terrestres”, observa François Heisbourg, de la Fundación de Investigaciones Estratégicas.

En los conflictos libio y marfileño Francia no está sola. Varios países  contribuyen a los bombardeos en Libia y los franceses actúan en Costa de Marfil al lado de los 10 mil hombres de la misión de la ONU.

Pero en los dos casos, París está en primera línea: en Libia su aviación es la más comprometida; en Costa de Marfil, con tropas aguerridas y bien equipadas, Francia es la punta de lanza de una operación que podría ser el último apoyo que Alassane Ouattara necesita para hacer caer a su rival.

A diferencia del caso afgano, que ha cansado a la opinión pública francesa, como en otros lugares, la implicación militar en Libia goza de un sostén casi unánime en Francia.

Este apoyo es no obstante bastante frágil “ya que las democracias no gustan  de la guerra”, según la expresión de un diplomático francés.

En Costa de Marfil “la correlación de fuerzas está claramente a favor de Alassane Ouattara”, dice un responsable francés que pidió no ser identificado, dejando entender que los combates podrían ser breves.

“Más que la instalación de Alassane Ouattara, lo más urgente en Costa de  Marfil será la reconciliación de los marfileños”, advierte Pascal Boniface, del Instituto de Relaciones Internacionales y Estratégicas (Iris).

En Libia, salvo que se produzca una caída imprevisible de Muamar Gadhafi, el  empantanamiento parece ser un riesgo después de dos semanas de operaciones.

En los dos casos las trampas para París son innumerables, imponiendo a  Francia que acompañe sus acciones militares de múltiples iniciativas diplomáticas para intentar, en un frente exterior, preservar una cierta unidad internacional, y en el plano operacional limitar los eventuales efectos colaterales.

Nicolas Sarkozy habla regularmente con Alassane Ouattara, cuyas fuerzas están acusadas de haber cometido abusos durante su avance hacia Abiyán.
El jefe del Estado francés también despachó hacia Bengasi un ex embajador  encargado de las relaciones con la oposición libia cuyos medios militares son azarosos y limitados.

A no dudarlo, tras las vacilaciones ante las revoluciones en Túnez y Libia, Francia recobró el primer lugar en la escena diplomática mundial, deslizándose en las grietas dejadas por la administración estadounidense replegada sobre sí misma.

PERFIL
Las cosas son blanco o negro
Nicolas Sarkozy


Sus críticos lo consideran un derechista peligroso. Acumula elogio tras elogio para Estados Unidos y respalda firmemente a Israel. Con frecuencia ve a la sociedad en términos maniqueos: blanco y negro, bueno y malo.

Nicolas Paul Stephane Sarkozy de Nagy-Bocsa, nace el 28 de enero de 1955; crece en un hogar parisino de clase media como el segundo de tres hijos de una madre francesa y un húngaro que huyó del comunismo después de la Segunda Guerra Mundial.

Sarkozy asistió al prestigioso Instituto de Ciencias Políticas de París y estudió derecho. Está casado con Carla Bruni, modelo, actriz y cantante de origen italiano.

Su ambición casi no tiene límites. En 1983, a los 28 años, hizo a un lado a su mentor político para convertirse en alcalde de Neuilly-sur-Seine, la ciudad con mayores ingresos económicos per cápita de Francia.

Agresivo y dinámico, Sarkozy ha hecho enojar a muchos. Azuzó la ira en vecindarios pobres donde viven muchos negros y árabes al llamar “escoria” a los delincuentes que habitan allí.

Ocupa la presidencia de Francia desde 2007.
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