Robert Mugabe y la joya de África
El Presidente de lo que hoy es Zimbabue lleva 28 años en el poder. Tiene a la nación sumida en la opresión y la pobreza
HARARE, ZIMBABUE.-Van 86 opositores asesinados, 10 mil heridos y 200 mil forzados a dejar sus hogares; las milicias de la Unión Nacional Africana de Zimbabue-Frente Patriótico (ZANU-PF) no han dudado en usar todo método a su alcance —incluyendo secuestro, tortura y violaciones—, para intimidar a los votantes y reprimir a la oposición. Robert Mugabe está decidido a permanecer en el poder a sangre y fuego.
El Presidente zimbabuense, de 84 años, se ha declarado ganador de la segunda vuelta de las elecciones, celebrada el 27 de junio, en las que era el único candidato, porque el opositor Morgan Tsvangirai, del Movimiento por el Cambio Democrático (MCD), decidió retirarse, pese a haber ganado la primera vuelta, ante la ola de violencia contra sus simpatizantes. La oposición no fue la única víctima de la brutalidad del régimen. Los medios de comunicación y observadores internacionales han difundido historias e imágenes de personas golpeadas o quemadas a manos de las milicias del ZANU-PF.
El resultado: las elecciones han sido calificadas por la comunidad internacional como una “farsa” y cada día crece la presión para que Mugabe abandone el poder, aunque él diga que “sólo Dios hará” que se vaya. Hay amenazas de sanciones e incluso figuras que por mucho tiempo han apoyado al mandatario, empiezan a darle la espalda, como Nelson Mandela, quien ha lamentado “el trágico fracaso del liderazgo en nuestro vecino Zimbabue”.
Los casos de dictadores sanguinarios en África no son extraños: ahí están los ejemplos de Mobutu Sese Seko, en la República Democrática del Congo, e Idi Amin, en Uganda. Pero el caso de Mugabe es diferente. Este hombre era considerado un héroe que combatió a la minoría blanca para liberar a su pueblo. Ahora es un dictador al que culpan de haber arruinado la economía del país y sumido a su pueblo en la pobreza.
Mugabe nació en 1924 en la Misión Kutama, en el sur de lo que entonces era Rhodesia, bajo mandato británico. Hijo de un carpintero, creció en la fe católica y se educó con los hermanos maristas y en escuelas jesuitas. El mandatario es un hombre educado, cuenta con cinco licenciaturas —en artes, administración, educación, ciencias y leyes—, y dos maestrías —leyes y ciencias—, estas últimas obtenidas durante el periodo que estuvo en la cárcel. Fue profesor y, tal vez por eso, en su mandato ha puesto énfasis en la educación. Zimbabue es el país de África con mejor nivel de alfabetización: 90%.
Entre 1964 y 1974, el camarada Bob, como entonces le decían, estuvo en prisión por su apoyo a la Unión Nacional Africana de Zimbabue (ZANU) en su lucha contra la minoría blanca en Rhodesia; era un héroe. Para 1980 fue electo primer ministro; era la primera vez que un hombre de raza negra ocupaba el cargo. Él ofreció diálogo y reconciliación con los blancos y se ganó los elogios de Occidente. En los festejos de la independencia de la antigua Rhodesia, en 1980, el Presidente Samora Machel, de Mozambique, y el Presidente Julios Nyerere, de Tanzania, le dijeron a Mugabe: “Tiene la joya de África en sus manos. Ahora debe cuidar de ella”.
Han pasado 28 años y Zimbabue vive hoy uno de sus peores momentos: la Organización Mundial de la Salud indica que la expectativa de vida en el país para los hombres es de 37 años y de 34 para las mujeres —la cifra más baja en el mundo—, 21% de la población está infectada con el VIH, más de 80% de los habitantes viven con menos de dos dólares diarios, la inflación alcanza 165,000% el desempleo ronda el 80% y millones de personas han huido a países vecinos.
A Mugabe se le acusa de la masacre de cerca de 20 mil personas de la minoría Ndebele, en la lucha interna que vivió el país entre 1982 y 1987, así como de hundir la economía, cuando en el 2000 emprendió una reforma agraria que los analistas consideran provocó la salida de los granjeros blancos y que benefició sólo a su círculo interno. Luego de las recientes elecciones, el camarada Bob se está quedando solo. Mientras, en medio del hambre, la pobreza y la enfermedad, el pueblo de Zimbabue sigue esperando que llegue su hora.