Internacional

Obama abraza el sueño y lucha de Martin Luther King

El discurso del mandatariomarca el fin de un día entero dedicado al legado del pastor por la equidad racial

WASHINGTON, ESTADOS UNIDOS (29/AGO/2013).- Deuda pendiente. De pie en la zona cero del campo de batalla del movimiento por los derechos civiles, el presidente Barack Obama retó a las nuevas generaciones a apoderarse de la causa por la equidad racial y honrar a los “gloriosos patriotas” que marcharon hace medio siglo a los mismos escalones desde los que el reverendo Martin Luther King habló durante la “Marcha sobre Washington”.

En un momento lleno de historia y simbolismo, decenas de miles de estadounidenses de diferentes orígenes y color de piel se congregaron en el National Mall para sumarse al primer presidente negro de Estados Unidos y a pioneros de los derechos civiles para celebrar el 50 aniversario del discurso “Tengo un sueño” de King. Obama exhortó a cada uno de ellos a convertirse en un manifestante de la era moderna a favor de la justicia económica y la armonía racial.

“El arco del universo moral podría doblarse hacia la justicia, pero no lo hará por sí solo”, dijo Obama, en alusión al mensaje del mismo King.

Su discurso fue la culminación de la celebración de todo un día del legado de King, que inició con manifestantes recorriendo las calles de Washington detrás de una réplica del autobús de transporte público que Rosa Parks en su momento abordó y en el que se negó a ceder su asiento a un hombre blanco.

“Podemos seguir cruzando nuestro camino actual, en el que los engranajes de esta grandiosa democracia se detienen poco a poco y nuestros hijos aceptan una vida de pocas expectativas; en el que la política es un juego en el que unos ganan y otros pierden; donde a pocos les va muy bien mientras familias en problemas de todas las razas pelean por un pedazo del reducido pastel económico: ése es un camino. O podemos tener el valor de cambiar”.

Exactamente a las 15:00 horas, integrantes de la familia King hicieron sonar la campana para imitar el llamado que King hizo hace 50 años a que “resuene la libertad”. Fue la misma campana que pendió en la Iglesia Bautista de la Calle 16 en Birmingham, Alabama, antes de que la iglesia fuera atacada con explosivos en 1963.

John Lewis, un congresista de Georgia, recordó las luchas por los derechos civiles de su juventud y pidió a los estadounidenses “mantener la fe y no despegar sus ojos del premio”.

La multitud se reunió bajo la lluvia frente al Monumento a Lincoln, donde King, con una oratoria fuerte y rítmica y con semblante adusto, se había comprometido con los estadounidenses a unirse para poner fin al racismo y crear una tierra de oportunidades para todos.

“Mis padres hicieron lo suyo y yo creo que tenemos que mantener esta lucha viva”, dijo Frantz Walker, un vendedor de miel de Baltimore. “Esta es historia a la mano”.    
                                                   
AP

CRÓNICA

Leo y las dos marchas


Leo Boughjon, un afroamericano de 70 años, participó el 28 de agosto de 1963 en la primera “Marcha sobre Washington” para protestar contra la segregación y escuchar a Martin Luther King. Cincuenta años después regresa al mismo sitio.

Con sombrero oscuro y grueso bigote entrecano, este viejo licenciado en Historia y Ciencias Políticas dice que “se acuerda de todo”.

Especialmente rememora el “entusiasmo” y el “espíritu festivo” reinantes aquel día de 1963, cuando cerca de 250 mil personas se aglomeraron ante el Memorial de Abraham Lincoln, en el corazón de Washington.

Aquel húmedo y caluroso agosto vino a la capital “especialmente” para la marcha. Con orgullo afirma haber tenido “siempre una conciencia política”.

“Quería dar mi contribución” al movimiento antisegregacionista, recuenta, mientras es conducido a la explanada del Mall para conmemorar el quincuagésimo aniversario del discurso “I have a dream” de Martin Luther King.

Cincuenta años después, y bajo la leve lluvia del verano, es a Barack Obama, primer presidente negro de Estados Unidos, a quien ha venido a escuchar.

Aunque es originario de Chicago, pasó cuatro años de su juventud con su abuela en Arkansas —“uno de los peores en materia de segregación racial”— y conoció de cerca las injusticias originadas por el color de su piel.

En plena vigencia, las leyes “Jim Crow” obligaban a los negros a usar baños a bebederos públicos distintos a los de los blancos, y prohibían su acceso a ciertos parques o sentarse en zonas específicas durante los espectáculos. Para Leo “era muy similar al régimen del apartheid en Sudáfrica”. Con su voz grave recuerda cómo esas leyes afectaban su día a día.     
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