Internacional

Naciones Unidas, testigo “pasivo” de la ocupación

El muro de hormigón; los alambrados; las torretas de cemento gris; dibujan el paisaje ondulado de la Cisjordania

TEL AVIV, CISJORDANIA.- El muro de hormigón; los alambrados; las torretas de cemento gris; las carreteras segregadas; los controles militares, y los caminos cortados por bloques de granito, barreras metálicas o montículos de arena dibujan el paisaje ondulado de la Cisjordania ocupada, coronado todo ello por las coquetas colonias judías y sus casas de tejado de ladrillo rojo.

Casi 43 años después de la conquista del territorio, más de medio millón de colonos lo habitan —unos 200 mil en Jerusalén Oriental— insertados entre 2.5 millones de palestinos. Pueblan 120 asentamientos, muchos dispersos, otros agrupados en tres grandes bloques: Ariel, Maale Adumim y Gush Etzión. En este último, bastión del sionismo religioso, nació la aventura de una colonización que dispone de una maquinaria espléndidamente engrasada por el fanatismo mesiánico y el apoyo de unos gobiernos que nunca se han enfrentado, o no han querido, a los más extremistas. El primer ministro, Benjamin Netanyahu, los considera sus “hermanos”.

Gobernaba Israel, Levy Eskhol cuando el 8 de junio de 1967, horas después de que Jerusalén fuera conquistada por el Ejército israelí, David Ben Gurión aseguraba: “Ahora controlamos Jerusalén, lo que supone uno de los más grandes acontecimientos. Una de las primeras cosas que tenemos que hacer es construir barrios, asentar judíos en el barrio judío de la ciudad vieja. Si hay casas árabes vacías, colocaremos a judíos en ellas. Lo mismo es extensible a Hebrón. Estoy convencido de que la gente irá”. Y fueron. Los colonos llamaron y exigieron raudos al primer ministro Eshkol permiso para construir comunidades en lo que los judíos denominan Judea y Samaria.

Son 42 años de hechos consumados y violación de la resolución 242 del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Nunca se perdió el tiempo. Simón Peres redactaba, allá por septiembre de 1967, las líneas maestras de la política del Rafi, el partido que había creado junto a su mentor, Ben Gurión. Peres abogaba por la construcción de barrios en el Norte, Sur y Este de Jerusalén, y añadía: “Los lugares abandonados en 1948 serán renovados”.

Así se hizo. En Hebrón, Kfar Etzión, Kedumim o Elon Moreh, los líderes fanáticos que aún hoy encabezan la colonización no escondían sus deseos. Durante cuatro décadas, los religiosos-sionistas encabezaron un plan que siempre contó con el impulso del derechista Likud, bajo la batuta de Ariel Sharon. Pero también del laborismo, que compitió para erigirse en abanderado de la expansión colonial.


Durante cuatro décadas, los religiosos-sionistas encabezaron un plan que siempre contó con el impulso del derechista Likud
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