Internacional
Mohamed Morsi, el hombre sin carisma que dividió un país
Hoy comienza el juicio contra el ex presidente egipcio; debe responder por el asesinato de manifestantes
Habilidades todas ellas que desde el primer momento se vio que no eran el fuerte de Mohamed Morsi, ex presidente de Egipto que este lunes se sentará en el banquillo, junto con 14 líderes más de la Cofradía Musulmana, por un total de diez cargos, entre ellos incitar a la violencia el 5 de diciembre de 2012, fecha en la que a las puertas del palacio presidencial de Itihadiya se desencadenó una verdadera batalla tras publicar un decreto presidencial que ampliaba y blindaba las competencias de Morsi. En aquellos días, una decena de personas murieron y más de un centenar resultaron heridas, mientras 50 personas fueron detenidas ilegalmente y torturadas por miembros de la Hermandad.
Igualmente también se investigará la supuesta relación de la Cofradía con grupos extranjeros como Hamas (Palestina), de los que se sospecha ayudaron a escapar de la cárcel a Morsi y otros miembros de los Hermanos de la cárcel durante la revolución del 25 de enero de 2011.
Morsi, el perfecto 'repuesto'
La historia del ex presidente está plagada de victorias a las que siguen derrotas anunciadas. Es esa clase de personas que se esfuerza por llegar a lo más alto pero que luego no sabe cómo digerir el éxito de la conquista o se deja acompañar por demasiados malos consejeros.
Nacido el 20 de agosto de 1951 en el rural y modesto municipio de Al Adwa, en el delta del Nilo, este hombre bajito, profundamente religioso, de maneras sencillas que gustaba presentarse como 'el humilde hombre del pueblo' y antítesis de la fanfarria que acompaña a muchos políticos, ingeniero de profesión, doctorado en ciencias espaciales en Estados Unidos donde fue también profesor durante tres años, a pesar de su escasa dicción inglesa; consiguió imponerse a la rémora del antiguo régimen de Mubarak y salir elegido como primer presidente democrático en Egipto.
Desde luego, que representara al brazo político de la sociedad islamista de los Hermanos Musulmanes, con sus 85 años de historia, su poderío económico, su vocación internacional y su implantación entre los más desfavorecidos, encargándose de las necesidades de las que el Estado se desentendía, le ayudó mucho para auparse a la presidencia.
En principio no iba a ser él sino Jairat El Shater, vicepresidente de la Hermandad Musulmana, el que accedería a la carrera a la Presidencia. Objetivo que se truncó cuando el comité presidencial echó atrás su candidatura al tener antecedentes penales. Así, el candidato pasó a ser Morsi, fiel al grupo desde su ingreso en 1979, inició su labor en el departamento religioso, escalando en su organigrama hasta que en 1995 se convirtió en miembro del Consejo Consultivo, su máximo órgano de decisión. Diputado entre 1995 y 2005, ese año perdió su asiento y al siguiente fue encarcelado durante seis meses por apoyar las manifestaciones de jueces reformistas que denunciaron el fraude en los comicios. 'Muy activo' en el plano político según explicaban todos sus compañeros, en 2007 Morsi y otros elaboraban el programa político de la Cofradía, el cual defendía que la presidencia sólo podía ser ejercida por un musulmán de sexo masculino.
Decisiones incendiarias
Morsi llegó a la presidencia prometiendo ser el presidente de todos los egipcios y algunas de su primeras decisiones, como la de apartar a la cúpula militar que gestionó el país tras la caída de Mubarak, fueron recibidas con aprobación por la gran mayoría de la población. Además, intentó mejorar el papel internacional de Egipto y la cara de los HHMM mostrándose dialogante y mediando entre Israel y Palestina.
Sin embargo, poco más allá fueron sus promesas electorales. Ni pan, ni paz, ni justicia social, famosa proclama de los revolucionarios. El país seguía en práctica bancarrota, la moneda estaba depreciada e, incluso, se contaba más paro que en 2011. Además, algunos de los cargos del régimen de Mubarak seguían en las estructuras del Estado cuando sectores de la población pedían que fueran juzgados.
Pero hubo algunas decisiones que terminaron lanzando a la población de nuevo a Tahrir. Entre ellas destaca el decreto presidencial por el que Morsi colocaba a miembros de la Hermandad y afines como gobernadores en municipios contrarios a sus políticas (en Luxor a uno de los responsables de los atentados que costaron la vida a más de 60 turistas y guías egipcios en 1997); la aprobación de la nueva Constitución que dejaba fuera muchas de las demandas sociales y se mostraba ambigua en artículos como los referidos a la mujer, con múltiples lecturas que abrían la puerta a varios abusos. Y especialmente, el famoso 'decretazo' del 22 de noviembre de 2012, cuando Morsi se otorgaba inmunidad para hacer y deshacer lo que quisiera y que tuvo que derogar más tarde para contener las protestas que serían preludio de las que marcarían su derrocamiento el pasado 30 de junio.
Ahora volverá a la luz pública desde alguna parte del país -ya que no se sabe dónde le tienen retenido- en un juicio que se presenta caliente. De momento, más de 20 mil policías y soldados velarán el comienzo del proceso, mientras la Alianza por la Defensa de la Legitimidad, integrada por los HHMM, convoca manifestaciones desde el pasado viernes en apoyo al depuesto presidente.
Perfil
Nacido el 20 de agosto de 1951 en el rural y modesto municipio de Al Adwa, en el Delta del Nilo, Mohamed Morsi un hombre bajo de estatura, profundamente religioso, de maneras sencillas que gustaba presentarse como ‘el humilde hombre del pueblo’ y antítesis de la fanfarria que acompaña a muchos políticos, ingeniero de profesión, doctorado en ciencias espaciales en Estados Unidos donde fue también profesor durante tres años, a pesar de su escasa dicción inglesa; consiguió imponerse a la rémora del antiguo régimen del ex mandatario egipcio Hosni Mubarak (gobernó al país por más de 30 años) y salir elegido como primer presidente democrático en Egipto.
EL INFORMADOR / SILVIA R. TABERNÉ
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