Internacional
Horror e incredulidad entre vecinos de Sandy Hook tras tiroteo
Los vecinos de Sandy Hook se debaten entre la incredulidad, el horror y la desolación tras la matanza
La tragedia podía resumirse en imágenes como la de dos familiares de una de las víctimas caminando calle abajo desde la escuela primaria de Sandy Hook llorando abrazados y sin decir palabra.
Vecinos como Chuck Stofko no salían de su conmoción: "Cuando vi una armada de policías y vehículos de emergencia llegando, me dije 'esto no es un accidente'. Entonces escuché la noticia", cuenta entre lágrimas este hombre de 52 años, padre de tres hijas, una de ellas que estudió en Sandy Hook.
"Se trata de una comunidad única aquí. Este es un horror inenarrable. No hay palabras para decir lo que pasó", agrega en medio de la calle.
La policía cortó el tráfico un kilómetro antes del coqueto Sandy Hook, que integra el pueblo de Newtown y que parece sacado de una película de David Lynch, con su corta calle principal con negocios, un pequeño riachuelo y carreteras solitarias que se pierden en el bosque.
En la calle que conduce a la escuela, el cuartel de Bomberos Voluntarios de Sandy Hook era el centro de operaciones de la policía y el lugar donde se dieron cita las decenas de periodistas que iban llegando.
Bobby Haskins, un estudiante de 14 años en pantalones cortos y buzo, hablaba de su experiencia y de lo que sabía a partir de un amigo sobre lo ocurrido en la escuela.
"Cerramos las puertas de la escuela y nos quedamos en nuestras clases hasta que la situación volvió a ser segura. Conozco gente que estaba en el colegio, dos maestros y un amigo cuyo hermano menor estudia allí", dice.
"Hablé con mi amigo, me dijo que el agresor entró, disparó a gente en su camino, luego a la maestra y a su alrededor. El hermano de mi amigo fue capaz de escaparse por la puerta de atrás. Corrió hasta el centro y ahí lo agarró un hombre y lo llevó al cuartel de bomberos", relata.
La joven Melisa Latifi, una estudiante de 23 años que trabaja en un restaurante de Sandy Hook, no conocía a nadie en el colegio pero está igual de conmovida.
"Recibí un mensaje de texto de una colega. No podía creer que era en Sandy Hook, tan cerca", afirma vestida con su camisa de camarera frente al cuartel de los bomberos, adonde acaba de traer pasta y pizza.
"Es una comunidad muy integrada, todo el mundo se conoce", dice la joven que vive en el cercano pueblo de Waterfront y cuyo tío es el propietario del hotel desde hace años.
Por la noche, cientos de personas asistieron a una misa en la iglesia católica Santa Rosa de Lima de Newtown, situada a un par de kilómetros de la escuela. La convocatoria fue tal que decenas de personas quedaron fuera.
"Esta es un tipo de comunidad en la que cuando cosas como ésta pasan, todos tiran para adelante juntos", dijo al final del servicio monseñor Robert Weiss, que convocó a la misa tras conocerse la noticia de la masacre.
Algunas personas encendieron velas y otras enlazaron sus manos en un gran círculo y comenzaron a cantar canciones navideñas.
David Connors, padre de trillizos que estaban en la escuela donde se produjo la masacre, trajo a sus hijos a la misa: "Están bien, es duro, Nubnca imaginé que algo así podía pasar aquí", afirmó.
Cuando se produjo el ataque, los chicos -dos niños y una niña- "escucharon ruidos, pero estaban en un sector separado del edificio" y fueron evacuados a un cuartel de bomberos cerca de la escuela.
Para Ray Horvath, un jubilado que trabaja como voluntario en el departamento de educación de Connecticut en Newtown, la misa trajo algo de alivio.
"Es reconfortante ver la preocupación de toda esta gente. Ojalá tuviese fé, porque eso me sostendría ahora", dijo este hombre al borde de las lágrimas.
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