Internacional
Hizbulá, nuevo protagonista en la guerra civil siria
La milicia chiíta se suma abiertamente a la batalla por la estratégica Qusair, en apoyo a las fuerzas de Al Assad
La presencia de Hizbulá en el conflicto sirio ya cosechó críticas de la Liga Árabe, porque complica una guerra civil que se ha convertido en un baño de sangre con más de 80 mil muertos, según cifras de la ONU.
El fin de semana, el régimen sirio dio la localidad por tomada, aunque los rebeldes, que la habían capturado hacía más de un año, mantenían su lucha en varias posiciones al oeste de la ciudad, resistiendo una de las mayores embestidas gubernamentales en la historia del conflicto.
Según varios observadores de la oposición, el régimen se hizo, en su ofensiva, con el control del Centro y Este de Qusair y los edificios del Gobierno municipal. Un portavoz del Gobierno regional de Homs estimó que, desde hace 10 días, los soldados del régimen controlaban más de 60% de la ciudad.
“Las unidades del Ejército restauraron el orden y la seguridad en toda la zona del Este de la ciudad de Qusair, en la provincia de Homs, después de matar a un nutrido número de terroristas y destruir sus escondites”, dijo la agencia oficial de noticias siria, Sana. El régimen suele emplear el término “terroristas” para referirse a todos los opositores.
En esa operación, la milicia libanesa chiíta Hizbulá tuvo un papel protagonista, cumpliendo la promesa de su líder, Hasan Nasralá, quien dijo en un discurso hace tres semanas que apoyaría al régimen de Al Assad “militar, financiera y moralmente, como Siria apoyó a la resistencia libanesa para liberar el Sur de Líbano”. Son Hizbulá e Irán, ambos chiítas, los mayores apoyos en la zona a Al Assad, quien se enfrenta a una oposición levantada en armas que es eminentemente sunita, como la mayoría de los habitantes de su país.
“Esta ofensiva revela hasta qué punto Hizbulá, como Irán, está comprometido con la causa de Al Assad, quien en 2000 tomó el poder, heredado a la muerte de su padre Hafez, quien lo obtuvo mediante un golpe de Estado en 1971.
Hizbulá e Irán “están completamente movilizados, dispuestos a apoyarle para que no pierda ni un centímetro de terreno, sin incluir en sus cálculos la moralidad de sus actos”, opina Yossi Shain, experto en seguridad y diplomacia y profesor en la Universidad de Tel Aviv. “Occidente, desde luego, tiene en cuenta la moralidad y por eso aún no se decide a actuar en Siria. A Hizbulá y a Irán no les importa respaldar a alguien con el historial de masacres de Al Assad en esta guerra. Ven los beneficios estratégicos, no el coste de legitimidad que puede suponer para ellos en sus países”.
Para Al Assad, avanzar en la toma de Qusair y mantener su control, algo que no tiene asegurado, supondría una victoria estratégica en una crucial batalla de la larga guerra que libra contra los opositores. La localidad está a solo siete kilómetros de la frontera con Líbano, y puede servir de punto de entrada en Siria de armas y milicianos de Hizbulá. Es además parte del corredor que une la capital siria, Damasco, con el noroeste costero, especialmente con la provincia de Latakia, donde tiene su refugio la minoría alauita, un credo derivado del chiísmo, al que pertenece la familia Al Assad y el grupo de poder más cercano al presidente.
Puede que si acaba controlando la totalidad de Qusair, el régimen logre esa victoria estratégica, pero dista mucho aún de ganar la guerra.
“Estas fluctuaciones bélicas pueden entenderse como normales”, opina Shaul Shay, experto en Medio Oriente y quien fue subjefe del Consejo Nacional de Seguridad de Israel. “El Gobierno no es lo suficientemente fuerte para derrotar a la oposición y la oposición no es lo suficientemente fuerte para derrotar al Gobierno”. Shay añade que lo que le permite hacer avances a Al Assad es su superioridad aérea.
Hizbulá lleva meses luchando en Siria. La diferencia, ahora, es que lo hace abiertamente y sufriendo numerosas bajas. Los activistas opositores cifraron hasta en 30 el número de milicianos de Hizbulá muertos en el asalto a Qusair. Luego de los siguientes días de combates, los rebeldes informaron el sábado que abatieron a otros 45 milicianos libaneses más.
En un signo de cómo Líbano se ve cada vez más engullido por la guerra civil en Siria, que comenzó en marzo de 2011 y ya se ha cobrado más de 80 mil vidas, el lunes pasado se registraron enfrentamientos entre sunitas, simpatizantes de los opositores, y alauitas, que apoyan al régimen de Al Assad, en la localidad de Trípoli, en el Norte del país, con un saldo de al menos dos fallecidos y al menos 10 heridos.
El ex primer ministro Saad Hariri, que lidera el grupo opositor Fuerzas del 14 de Marzo, dijo que, con su intervención en Siria, la milicia chiíta Hizbulá está “imitando los crímenes israelíes contra Líbano”.
El País
LA CIFRA
80 mil personas han muerto y cuatro millones han sido desplazadas desde que estalló el levantamiento en marzo de 2011
> LÍBANO, CON EL OJO EN ISRAEL
Hasan Nasralá apoya a Damasco para evitar “periodo oscuro”
BEIRUT, LÍBANO.- El líder de Hizbulá en el Líbano advirtió que la caída del régimen del presidente sirio Bashar al Assad daría lugar a los extremistas y llevaría al Medio Oriente a un “periodo oscuro”, y prometió que su grupo chiíta no permanecerá de brazos cruzados mientras su principal aliado es atacado.
En un mensaje televisado, el jeque Hasan Nasralá dijo que los miembros de Hizbulá combaten en Siria contra extremistas islámicos que representan un peligro al Líbano, y agregó que su grupo no permitirá que los rebeldes sirios controlen áreas fronterizas con el Líbano.
Los comentarios de Hasan Nasralá confirmaron públicamente por primera vez que sus hombres están peleando en Siria, y fueron sus primeras declaraciones desde que los efectivos de Nasralá se involucraron en la batalla por la ciudad siria de Qusair, cerca de la frontera libanesa.
Hizbulá ha sido fuertemente criticado en el Líbano y el exterior por enviar combatientes a Siria para luchar junto con las fuerzas de Al Assad. En su discurso, Nasralá buscó justificar la participación del grupo y caracterizar la lucha como parte de una batalla más amplia contra Israel.
AP
> ANÁLISIS
Hacia una guerra sectaria regional
La muerte de decenas de combatientes de Hizbulá —la milicia chiíta libanesa financiada por Teherán que apoya a Bashar al Assad— en el asalto al bastión rebelde de Qusair subraya la rapidez con que el conflicto sirio adquiere perfiles de guerra sectaria regional. Qusair tiene una enorme importancia estratégica por su proximidad a la frontera libanesa y a Homs; su renovado asedio es una muestra más de que las tropas de Damasco están cobrando iniciativa gracias al apoyo firme y continuado, militar y diplomático, de Rusia, Irán y su cliente milicia fundamentalista.
La determinación que muestran los aliados de Al Assad contrasta abiertamente con el desconcierto de las potencias democráticas.
Lejos de acercar el final de una guerra en la que toda atrocidad tiene ya cabida, la lamentable vacilación de Estados Unidos y Europa (a qué combatientes armar y cómo) hace el juego al tirano sirio y prepara a su favor el escenario de la conferencia de paz acordada en principio entre Washington y Moscú, si es que llega a celebrarse.
Siria vive sobre el terreno una realidad muy alejada del relato oficial.
Tanto sus grupos opositores, como el Ejército Sirio Libre, representan poco más que unas siglas inoperantes, pese a su reconocimiento nominal por muchos países occidentales.
Peor aún, los moderados del campo rebelde están siendo progresivamente anulados en su propio bando por una plétora de confusas milicias radicales, armadas básicamente por Arabia Saudí y Qatar por motivos que nada tienen que ver con la democracia ni las libertades.
En ese caos, y al margen de patrocinios estatales, emerge peligrosamente el disciplinado yihadismo del grupo Jabhat al Nusra, miles de eficaces combatientes vinculados a Al Qaeda de Iraq.
La flaqueza occidental ha hecho más débil a la oposición laica y envalentonado a los fanáticos.
En una guerra por intermediarios que se convierte aceleradamente en expresión regional del conflicto de poder entre dos ramas del islam, la sunita y la chiíta, son esos moderados los que deben ser armados urgentemente, en paralelo con la intensificación de los esfuerzos diplomáticos, si es que EU y Europa pretenden tener algo que decir sobre su desenlace.
El espectro de una Siria yihadista emergiendo de la descomposición actual debería ser argumento más que suficiente.
EL PAÍS
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