Internacional
Haitianos prefieren obtener comida, antes que dólares de la ONU
Más de un millón de personas permanecen en campamentos similares y la problemática permanece a más de tres meses de la tragedia
Amontonados en la calzada de lo que, antes del sismo del 12 de enero, era una plaza importante del barrio Canapé Vert de la capital haitiana, miles de damnificados siguen viviendo en refugios precarios, tras el derrumbe de sus antiguas casas, construidas en la ladera de la montaña.
La mayoría recibió carpas "iglú" o lonas con el logotipo de organismos internacionales. Pero muchos se quejan de la imposibilidad de acceder a los alimentos que se distribuyen.
"Hacen falta cupones (para recibir comida), y no se encuentran nunca", se lamenta Wilkerby Desrameaux, de 30 años, mientras lava a mano unos pantalones vaqueros a la entrada de la carpa donde vive con su esposa y sus dos hijos de seis y dos años.
Cuando se le pregunta si estaba al corriente de que el miércoles, en la sede neoyorquina de la ONU, los representantes de 138 países y organismos internacionales se comprometieron a reunir casi 10 mil millones de dólares en diez años para reconstruir Haití, Wilkerby Desrameaux contesta: "No sabía."
"No me enteré", dice su vecina Nadine Pierre, quien dice asimismo: "no soy optimista" acerca del futuro. Insiste en la dificultad de alimentarse: "Sólo una vez conseguí un saco de arroz...".
"Nunca logramos encontrar el cupón", añade esta mujer de 34 años, que era comerciante antes de la catástrofe que dejó al menos 230 mil muertos y 1.3 millones de sin techo. Su carpa está llena de niños hipnotizados por las pésimas imágenes de un antiguo televisor.
Según Carl Henry, empleado de una importante ONG francesa, "ciertas personas de alto rango lo acaparan todo y conservan los cupones de distribución para sus familias o los venden".
Para evitar tales fraudes, Ygens Lamarre, un profesor de literatura francesa que se ha quedado sin trabajo desde la tragedia del 12 de enero, estima que "más valdría que fueran las ONG las que vinieran a gestionar el dinero" prometido en Nueva York.
"Confío en la ONU, en la comunidad internacional, sé que nos quieren ayudar", insiste el joven de 29 años. "El problema de mi país se remonta a mucho tiempo atrás, en los gobiernos y en la mentalidad de la población. Hace falta operar un lavado de cerebro."
Refugiado en una pequeña carpa con su mujer y sus dos hijos, se pasa los días leyendo, esperando "tener noticias de la Educación Nacional" sobre de la reanudación de las clases.
A pesar de ser miembro de Lespwa, el partido político del presidente René Préval, Ygens se dice a favor de la puesta de Haití bajo tutela extranjera: "Según nuestra constitución y nuestra historia, no está bien, lo reconozco, ¡soy nacionalista! Pero nuestra clase política es ingrata e incompetente."
Mientras sirve cervezas y recarga teléfonos celulares en uno de los bares improvisados del campamento, Abraham Joseph, de 16 años, quiere tener confianza: "Con la ONU, todo será posible."
Más lejos, en medio de un laberinto de telas, Stancia Laguerre intenta dormir a un bebé mientras su amiga cuece en un hornillo de carbón una papilla viscosa y verde, a base de harina. "No vemos ninguna reconstrucción y no hay actividad. El gobierno nos tiene que dar trabajo."
Síguenos en